Aquel invierno del ’76 fue el más
oscuro de la historia de Kingstoret City; NO sólo por el tiempo
meteorológico --los días eran grises, fríos y llenos de lluvia--
sino también por la cantidad de sucesos trágicos que aconteció en
aquella ciudad. En los periódicos matinales aparecían noticias de
robos, violaciones, incendios, asesinatos, vandalismo,… “NO se
puede vivir de esta manera”, decía una mañana el profesor Douglas
con las manos entrelazadas en la espalda y paseándose por el hueco
que dejaban libre las dos hileras de pupitres.
Todos los alumnos se sentaban en los
pupitres de dos en dos, menos Abban que estaba sólo porque nadie se
quería sentar con él. Mientras paseaba, el profesor observó al
llegar al fondo de la clase, que el último pupitre estaba vacío.
Abban O’Hare, “el irlandés” --como solían llamarle los demás
alumnos-- había faltado. Desde aquel día, Abban NO volvió a
aparecer por el colegio. Era un chico tímido, demasiado torpe para
jugar al fútbol en el recreo. Sus notas NO eran buenas pero tampoco
eran malas; eran nulas, NO existían, porque era tan lento que nunca
terminaba los exámenes. Con lo cual, el profesor Douglas se negaba
rotundamente a corregirlos.
Todos los chicos se metían con Abban,
sobre todo Ray Bentley y su pandilla que siempre se burlaban y se
reían de él. A menudo se veía al “irlandés” distraído,
ensimismado, en las nubes… NO obstante, era un chico con una gran
capacidad para inventar o arreglar cosas. Incluso llegó a reparar la
avería del automóvil de su padre, quien orgulloso de Abban siempre
lo recordaba, pues de NO ser por él llegaría tarde al trabajo
aquella mañana. Esa fue la última vez que vio a su hijo. 72 horas
más tarde, la policía había encontrado el cuerpo sin vida del
joven en el viejo depósito de agua. Era las once y cuarto de la
noche del 19 de Noviembre de 1976 cuando la triste noticia fue
anunciada por televisión y radio local. El viejo depósito de agua
se ubicaba sobre una torre de madera a unos 60 metros de altura.
Había sido construido de esa forma para que la presión del agua
fuera suficiente y llegara a cualquier casa de la ciudad. En la
actualidad, el depósito estaba en desuso y sólo servía para
suministrar algo de agua a los cultivos agrícolas. Un gran esfuerzo
supuso para el equipo sanitario bajar el cadáver hinchado de Abban
O’Hare de aquel viejo depósito. Pero al final, lo lograron atando
el cuerpo inerte a varias cuerdas […]
Luke Bentley estaba contento y radiante
de felicidad. Pronto vería a su hermano Ray. Los chicos de la
pandilla se habían reunido junto a él para esperarlo al lado de la
vía del ferrocarril de Kingstoret City. Cinco largos años habían
pasado sin volver a ver a Ray. Éste había sido acusado de la muerte
de “el irlandés” y, aunque NO se encontraron pruebas fehacientes
para ello, el profesor Douglas había visto el reloj de Abban en
manos de Ray. Esto hizo que la justicia, tan mediocre y anticuada que
predominaba en el estado de Texas por aquel entonces, condenara a la
persona de Ray Bentley a permanecer en un reformatorio penal como
principal causante del asesinato de Abban O’Hare.
- “¡Eh, Luke! ¿Qué hago con los
cohetes y la pancarta?”
- “Te he dicho que dejes todo eso en
el suelo. Servirán para cuando baje del tren.”
Durante todos esos años de ausencia de
su hermano mayor, Luke había tomado el mando en la pandilla. Pero
sabía que con el regreso de Ray a Kingstoret City tendría que dejar
el puesto de jefe. A Luke NO le importaba que Ray volviese a ser el
cabecilla de la banda, pues veía en su hermano “feeling”,
carisma, agallas y todo cuanto pueda ser necesario para llevar la
dirección de “La Hermandad”. “La Hermandad”, así se hacía
llamar aquella pandilla de jóvenes golfos, traviesos, rabiosos y
violentos. A decir verdad, Luke nunca se había sentido capacitado
como para dar órdenes y, lo que es más, que éstas se cumplieran.
Sin embargo, veía en su hermano la persona adecuada para dirigir la
banda. A su hermano Ray lo caracterizaba ese don para gobernar que
tan sólo los grandes líderes poseía.
Luke era consciente de que los chicos
cumplían siempre sus órdenes, pero lo hacían más que nada por
temor; porque sabían que su hermano Ray seguía vivo y que algún
día podría volver a la ciudad. Por lo tanto, si algún chico
desobedecía a Luke, tendría que vérselas con Ray.
Teddy “el mestizo” dejó la caja de
bengalas en el suelo. Estaba deseando soltar peso. Los chicos habían
comprado un montón de cohetes y habían improvisado una pancarta de
bienvenida para Ray.
Luke tiró el cigarro en cuanto su
hermano salió del tren.
- “¡Hola, pequeñajo! Veo que has
crecido bastante en estos años”.- Dijo Ray a su hermano
disponiéndose a darle un abrazo.
- “Tú tampoco estás mal ¿Eh,
Ray?”
El recién llegado tenía el mismo
aspecto que cuando se fue esposado hace 5 años en el furgón de la
policía. El mismo pelo largo, el mismo brillo de ira y de desprecio
en los ojos, el mismo caminar,… E incluso conservaba la misma chupa
claveteada de cuero. Tras unos instantes de silencio en los que los
chicos contemplaban a Ray, éste exclamó:
- “¡Eh, muchachos! Habré estado
encerrado una eternidad, pero el reloj lo sigo teniendo.”
Todos empezaron a reír al ver que Ray
sacaba del bolsillo interior de su chaqueta aquel viejo reloj
plateado que había pertenecido a Abban O’Hare. El reloj en sí NO
funcionaba. Ray pensaba que nunca había funcionado, que siempre
había estado averiado. Al menos, desde que él lo tenía siempre
estaba parado.
- “¡Malditos descerebrados! ¿Para
cuándo pensáis lanzar los cohetes? ¿Para navidades?”.- Bramó
Luke.
Los chicos empezaron a tirar cohetes y
a explotar petardos al mismo tiempo que cogieron a Ray en hombros y
le cantaban la canción de “Es un muchacho excelente”.
Aquel día los integrantes de “La
Hermandad” celebraron la bienvenida de su líder Ray en uno de los
bares de la ciudad. La jarras de cerveza iban y venían. Las risas,
las bromas, las anécdotas de otros tiempos,… Todo fluía en un
ambiente de humo y alcohol. El tiempo pasaba inadvertidamente en
aquel bar y al anochecer muchos de los chicos estaban sobradamente
ebrios y cansados. En uno de los momentos en que todos quedaron en
silencio, Luke miró a su hermano quien tenía la mirada fija en una
copa de Bourbon:
- “¿En qué estás pensando Ray?”
- “En nada… Oye, pequeñajo ¿Qué
hay del profesor Douglas?”
- “¿El profesor Douglas? ¡Ah! Pues
NO sé. Nunca llegó a darme clases. Recuerdas que yo iba tres cursos
más atrás que tú. Supongo que se jubiló. ¿Por qué? ¿NO estarás
pensando…? ¡Oh, NO!”
- “¡Oh, sí! Hermanito, estoy
pensando en ir a hacerle una visita ¿Dónde vive?”
- “¿Estás loco? ¡NO te lo voy a
decir!”
Ray se puso en pie, miró a su
alrededor y gritó a los chicos que soñolientos se apoyaban en las
mesas y en la barra del bar:
- “¡Necesito saber dónde vive el
profesor Douglas! ¿Quién me acompaña hacia su casa?”
Minutos después todos los chicos
marchaban en dirección al domicilio del profesor. Los dos primeros
eran los hermanos Bentley, el menor le decía al mayor:
- “¡…Es una locura lo que estás
haciendo. Ray, escucha, Ray. NO te metas en jaleos!”
Pero Ray hacía caso omiso a las
advertencias de su hermano pequeño y marchaba a toda prisa con lo
ojos inyectados en cólera […]
El profesor Martin Douglas vivía en
una modesta casita de dos plantas a las afueras de Kingstoret City.
Hacía tres años que se había jubilado, por lo que pasaba la mayor
parte del tiempo en divagar entre recuerdos. Tal es así que después
de la cena gustaba de mirar un viejo retrato de su tristemente
fallecida esposa. Solía quedarse varios minutos e incluso hasta
horas contemplando aquel retrato, sentado en un viejo sillón de la
salita de estar y con tan sólo con la compañía de su gato
“Misifú”. Siempre se decía así mismo: “¡Ojalá si yo
pudiera volver el tiempo atrás!” Cuánto deseaba regresar al
pasado, a aquellos tiempos felices de su juventud, cuando conoció a
Laura, aquella linda muchachita de cabellos rizados y andares
harmoniosos. Cuánto hubiese dado porque los años NO hubiesen
pasado.
Un ruido estrepitoso, seco y
ensordecedor lo despertó de su ensueño. Pronto cayó en la cuenta
de que la puerta de la entrada la habían echado abajo. De repente,
las figuras de unos chicos endemoniados y frenéticos aparecieron
ante él. Uno de ellos le dijo a los demás:
- “¡Adelante, destrozadlo todo!”
Y todos comenzaron a arrasar muebles,
mesas, sillas, electrodomésticos, ventanas,…
El profesor temblando y muerto de miedo
consiguió pronunciar algunas palabras entre el rechinar de sus
dientes:
- “¡Mu-mu-muchachos! ¿Qué, qué,
queréis? Yo, yo NO tengo dinero.”
El chico que había ordenado destrozar
la casa, cerró la puerta de la salita tras él. Mientras tanto,
fuera se escuchaban estruendosos ruidos de los chicos rompiéndolo
todo.
- “¡Cuánto tiempo sin vernos,
queridísimo profesor Douglas! Espero que te agrade mi visita,
queridísimo profesor Douglas. ¿Acaso NO me echabas de menos? Porque
yo a ti sí. ¡Todos los días, que me he estado pudriendo en el
maldito reformatorio, te he echado mucho de menos. Y ahora vengo para
darte tu merecido, maldito cabrón hijo de puta. Por tu culpa, perro
chivato, me encerraron durante cinco putos años!”
De pronto Ray empezó a darle patadas y
puñetazos al cohibido profesor. Luke, aporreaba la puerta por detrás
al mismo tiempo ke gritaba:
- “¡Abre, Ray. Abre la puerta.
Abríme la maldita puerta!!!”
Pero Ray NO escuchaba las voces de su
hermano, estaba encolerizado y encarnizado golpeando al profesor.
Éste había perdido el conocimiento y su cuerpo magullado NO paraba
de echar sangre.
Al fin, Luke pudo abrir la puerta y
tras los bastidores presenció una dantesca escena:
Su hermano Ray Bentley, encima del
cuerpo inmóvil del profesor Douglas, tenía agarrado su cuello y con
toda brusquedad golpeaba la cabeza contra el suelo.
- “¡Hijo de puta, maldito seas,
querías que me pudriera en el reformatorio…!”.- Gritaba una y
otra vez Ray como poseído por alguna fuerza maléfica o sobrenatural
a la vez que golpeaba la cabeza del profesor sobre el rígido y frío
suelo.
Su hermano, con lágrimas de dolor en
los ojos, ya lo asía por los brazos intentando quitarlo de encima
del profesor:
- “¡Ray, Ray, qué estás
haciendo!? ¡Oh, Ray! ¡Te vas a cargar al profesor, lo vas a matar,
Ray!”
Ray, pareció entrar en razón cuando
escuchó a su hermano pequeño llorar mientras le sujetaba por lo
brazos para que NO continuase machacando al profesor. En ese momento
paró y se levantó horrorizado al ver la espantosa salvajada
realizada por él mismo.
Poco tiempo después se escuchaban
sirenas de policía aproximarse.
- “¡Larguémonos de aquí!”.-
Dijo Ray.
Luke permanecía de rodillas en el
suelo de aquella salita frente al linchado profesor. Se sentía
disgustado, apenado,… En su interior se compadecía por el daño
ocasionado al profesor Douglas y, aunque nunca le había dado clases,
lo conocía de vista por lo que ahora tenía lástima por él. En
cambio, Ray se mostraba frío, sereno, como si nada hubiese pasado.
“Esa es la diferencia que hay entre mi hermano y yo. Yo me dejo
arrastrar por los sentimientos. Soy un quejica, un niño mimado, un
blandengue. En cambio, Ray NO tiene escrúpulos. Es un chico duro, un
indomable, un fuera de la ley, un líder, un …”.- Esto estaba
pensando Luke cuando de repente Ray y Teddy “el mestizo” lo
sacaron a rastras de la casa diciéndole que NO había tiempo que
perder, que la “poli” estaba a punto de llegar.
Los chicos se marcharon corriendo a
toda velocidad del domicilio del profesor Douglas. Ya lejos de aquel
lugar, se acomodaron sobre una cajas vacías de cerveza que
encontraron amontonadas en un oscuro y estrecho callejón de la
ciudad. Después de un rato en el que todos recuperaban el aliento,
ya que la huida supuso un gran esfuerzo, Luke seguía pensativo. Ray
lo miró fijamente y le dijo:
- “Escucha, Luke. sé lo que estás
pensando. Pero quiero que sepas que se lo tenía merecido. ¿Me estás
escuchando, Luke? El profesor se lo tenía merecido. Es un traidor
¿comprendes?”
Luke asintió varias veces hacia abajo,
con la cabeza gacha y sin mirar a su hermano.
- “Buen chico -Volvió a decirle Ray
dándole toquecitos con la palma de la mano en la cabeza como si
fuera un perro- …Y ahora larguémonos a casa”
- “Ray, tengo que decirte algo, Ray”
- “¿Sí, Luke? Dime ¿Qué pasa?”
- “Verás, padre ha muerto. Murió
hace cuatro años, un año después de que tú fueras al
reformatorio. Mamá nunca te lo quiso decir”
Ray se kedó un instante absorto pero
luego contestó:
- “Es igual. Al fin y al cabo era un
cabrón. ¿Te acuerdas de los coscorrones que me daba cuando era
pequeño?” […]
Era cierto, el padre de Ray y Luke
había fallecido. Era un hombre sencillo y trabajador nato. Un
obrero, un currante desde muy niño que se buscaba la vida haciendo
chapuzas, echando horas extras hasta que anochecía y trabajando como
un esclavo en lo que le saliera con tal de que a su familia NO le
faltase de nada. Tenía 51 años, pero aparentaba cerca de los
setenta, parecía un viejo; debido “sobre todo” al deterioro
físico del duro trabajo que venía cargando en sus espaldas
prácticamente desde siempre, desde que tenía uso de razón. Digo
“sobre todo” porque en los últimos años de su vida, Alexandre
Bentley (así se llamaba el padre de Ray y Luke) se había tirado a
la bebida. Bebía para olvidar, para NO hacer memoria y NO sentir
vergüenza de las fechorías que hacía su hijo mayor, Ray. Alexandre
Bentley había intentado educarlo con todo el amor que puede mostrar
un padre hacia un hijo. Había hecho todo lo posible por corregirlo,
por enmendarlo, por llevarlo por el buen camino, por apostar por él,…
Pero Ray era el mismo diablo en persona. Había veces, pocas eso sí,
en las que tenía esperanzas de que su hijo iba a cambiar cuando lo
veía --raramente-- más apaciguador. Pero se equivocaba, Ray volvía
pronto a las andadas. Siempre llegaba a casa profesores dando malas
noticias de él. Uno de esos profesores era Douglas, quien había
sufrido incluso amenazas del chico. Y NO sólo le preocupaba al padre
de Ray todo cuanto hacía o deshacía su susodicho hijo en el
colegio, sino también sus trastadas en la calle. En numerosas
ocasiones había tenido que ir a Comisaría para recoger a Ray cuando
lo habían detenido y decir lleno de vergüenza: “Disculpe, Señor
Comisario, ya NO volverá a ocurrir más. Son cosas de chiquillos”
A sus dieciséis años, Ray ya contaba
con un amplio historial delictivo: robos de coches y motos, atracos
con violencia y con arma blanca, robos o tentativas de robo en
viviendas, lesiones a terceras personas, estafas, injurias,
agresiones verbales, allanamiento de morada,… Ray se había
convertido en el jefe de una banda organizada de jóvenes
delincuentes de Kingstoret City. Su padre, con los ánimos por los
suelos, deshecho en mil pedazos, hundido, abatido por el sufrimiento
que le suponía tener un hijo así, buscaba el consuelo, o tal vez el
olvido de todos los males y tristezas, en la ingesta desproporcionada
de alcohol. La pena que sentía, y siempre se culpaba de ello, era el
NO haber podido pasar más horas de las deseadas con su hijo. Tal
vez, si hubiera estado más tiempo en casa con su familia, Ray NO
hubiera sido un mal chico. Pero el maldito trabajo ocupaba la mayor
parte de su tiempo.
Meses después de que encerraran a Ray
en un reformatorio estatal, Alexandre Bentley cayó en una profunda
depresión. Pronto lo echaron del trabajo puesto que constantes eran
sus faltas y bajo su rendimiento. Pero lo que realmente le mató fue
el saber que su segundo retoño, Luke, estaba siguiendo los mismos
pasos que su hermano mayor y que repetía las mismas pautas de
comportamiento. Eso hizo que la depresión se acelerara y que en
unión con el alcoholismo que ya padecía, lo llevase a la muerte […]
- “Mamá, ya hemos llegado. Ray está
aquí”.- Dijo Luke nada más abrir la puerta de su casa.
Los chicos se habían dispersado poco
tiempo antes. Cada uno había tirado hacia su hogar, al igual que los
dos hermanos.
La madre sabía que aquel día su hijo
mayor saldría en libertad y que volvería a casa; cosa que NO le
hacía ninguna gracia.
- “Ahí tenéis la cena. Yo me voy a
acostar. Es muy tarde ya”.- Contestó de malas ganas y tan siquiera
mirar a Ray.
Lo más normal del mundo hubiese sido
que la madre de Ray le hubiese dado un beso y que luego lo hubiera
abrazado. Es todo cuanto se podría esperar de una madre al ver que
su hijo --sangre de su sangre, nacido de sus entrañas-- regresa a
casa después de haber estado cinco años privado de libertad. Pero
NO, aquella madre NO mostró ni el más mínimo cariño hacia su
hijo, ni un solo ápice de alegría. Y es que, el cariño lo había
perdido hacía ya tiempo; puesto que culpaba a Ray de la muerte de su
marido. Aquella viuda repudiaba desde lo más profundo de su alma a
su propio hijo. Nunca podría perdonarle el daño psicológico que
había provocado en su esposo. Para ella --la depresión, el
alcoholismo y por último el fallecimiento-- todo era debido a las
malas acciones de ese monstruo, de ese demonio, de ese malnacido,
llamado Ray. Pese a ser su madre, se sentía avergonzada por haber
traído al mundo a semejante bestia humana.
- “¿Qué mosca le habrá picado?”.-
Preguntó Luke extrañado.
- “Nada. No le des más vueltas. Son
cosas de madres. Le habrá venido la regla y está de mal humor”.-
Respondió Ray quitándole importancia a la situación […]
A la mañana siguiente unos policías
se presentaron en la casa se los Bentley:
- “Venimos en busca de Ray”
- “Suban ustedes a su habitación,
todavía NO se ha levantado”.- Contestó la madre de Ray y Luke.
Los señores policías subieron la
escalera y abrieron la puerta de la habitación. Ray seguía
durmiendo, más bien roncando. Uno de los policías lo zamarreó para
despertarlo a la misma vez que decía:
- “¡Vamos, dormilón. Tenemos que
dar un paseíto hasta Comisaría!”
- “¡Yo, yo NO he hecho nada!”
.-Exclamó Ray sorprendido. La verdad es que NO se esperaba que
fueran a despertarlo unos hombres de uniforme aquella mañana y en su
misma casa.
- “De eso ya hablaremos, amiguito
Ray”.- Le dijo el policía.
Ray salió de su casa esposado. Luke se
había despertado de repente al escuchar las palabras de los policías
en la habitación contigua que era la de su hermano. Siguió tras los
policías que llevaban a Ray agarrándolo por los brazos.
- “¡NO pueden detenerlo! ¡NO
podéis llevárselo! ¡Él NO ha hecho nada!”.- Gritaba Luke medio
corriendo detrás de los polis.
Justo cuando Ray se estaba metiendo en
el coche le dijo a su hermano:
- “NO te preocupes. Saldré de éstas
en seguida.”
Sobre las nueve de la mañana el
comisario jefe de la policía de Kingstoret City interrogaba a Ray
llegando a veces a perder la paciencia. El comisario llevaba más de
diez años trabajando en la ciudad y era temido por su rudeza y por
ser un tipo bastante disciplinario. Ni que decir tiene que se conocía
de cabo a rabo el amplio expediente delictivo de Ray Bentley, a quien
tenía sentado delante en ese momento:
- “¡…Vamos, maldito canalla,
habla! Sabemos que fuiste tú quien lo organizó todo. Sabemos que
fuiste tú quien estuvo anoche en casa del profesor Douglas. Tenemos
testigos. Unos vecinos os vieron salir de allí.”
Ray ni se inmutaba, permanecía en
silencio, sin abrir la boca. Es más, incluso parecía mostrar una
sonrisita traviesa como queriendo mofarse descaradamente del
comisario que cada vez más estaba perdiendo los nervios.
- “¿Es que NO tienes remordimiento
de conciencia? ¿NO tienes sentimientos? Vosotros, los de “La
Hermandad” saquearon anoche la casa del profesor, les robaron todas
sus pertenencias de valor. Estuvieron a punto de asesinarlo allí, a
sangre fría. ¡Malditos cabrones! Lo habéis dejado parapléjico.
Aquí mismo tengo el informe médico”-. El comisario cogió unos
folios que había enzima de la mesa del despacho y comenzó a leer en
voz alta:
“El profesor Martin Douglas, de 68
años de edad, presenta múltiples contusiones en la cabeza que
deberán de ser examinadas cuidadosamente puesto que cabe la
posibilidad de aparición de daños cerebrales graves. Se observan
también grandes hematomas distribuidos por todo el cuerpo, brechas y
heridas de aguda consideración, así como tres costillas rotas,
piernas destrozadas e importante lesión cervical. En definitiva, el
estado del paciente Douglas es grave. Informe realizado por el Doctor
Joseph Taylor, Experto en Traumatología, Forense y Cirujano-Jefe del
Hospital Central de Kingstoret City. Firmado a fecha de 15 de
noviembre de mil noveci…”
El comisario se vio interrumpido cuando
estaba nombrando la fecha del informe por una exagerada carcajada
burlona y de mal gusto proveniente de Ray. Eso lo sacó de sus
casillas, por lo que se lanzó sobre el chico y con las manos le
apretó el cuello con todas sus fuerzas gritándole:
- “¡Escucha, hijo de puta, yo NO le
veo ninguna gracia a todo esto! ¡Habla, habla, maldito cabrón!
¿Estuvisteis anoche en casa del profesor Douglas? ¿Destrozasteis la
casa? ¡Habla o te juro por Dios que te mato aquí mismo!”
El sargento Edward Thomson, se percató
de lo que estaba sucediendo en el interior del despacho, entró
rápidamente y sujetó al comisario que ya estaba a punto de
estrangular a Ray:
- “¡Suéltalo! ¡NO tenemos
pruebas! ¿Me escuchas? ¡NO hay pruebas!”
El comisario soltó a Ray que rojo como
un tomate por la asfixia comenzaba a oxigenar los pulmones quejándose
con fuertes dolores de garganta. NO obstante, el comisario comenzó a
gritarle enfurecidamente al sargento:
- “¡Tú, don sabelotodo, NO te
metas donde NO te llaman! ¿Cómo que NO tenemos pruebas? ¿Y los
testigos?”
- “Los testigos están, pero NO nos
sirven ¿Comprendes? NO nos sirven de nada si el profesor se niega a
hablar. El profesor, señor comisario, se niega rotundamente a acusar
a estos cretinos. Se mantiene en silencio. Si el profesor NO acusa,
NO hay acusados ¿Entiendes?”
A media mañana Ray salía por la
puerta de comisaría con una sonrisa de oreja a oreja y levantando la
cabeza para que le diera el solecito en la cara.
- “¡Ah! NO hay nada mejor que la
libertad”.- Dijo moviendo los brazos imitando el aleteo de un
pajarillo.
A unos metros frente a él lo esperaban
los chicos de “La Hermandad”, en medio de los cuales se
encontraba Luke. Todos sonreían, parecían estar llenos de emoción
y alegría. Esta vez Ray se sentía una persona importante, grande,…
De hecho, tenía ante él buenos admiradores que habían venido desde
muy lejos para recibirlo con los brazos abiertos, para felicitarlo
por su buen talento creador y para aclamarlo a los cuatro vientos
como hombre ilustre del Siglo XX. Uno de esos acérrimos admiradores
era su querido hermano, quien se atrevió a romper el silencio para
dirigirle la palabra:
- “¡Eh, Ray! ¿Cómo estás, Ray?
¿Cómo es que los polis te han echado a la calle, Ray?”
Tras una breve pausa en la que todos
esperaban ansiosos la respuesta, Ray habló:
- “Pues porque decían que NO
encontraban pruebas contra mí. Soy inocente”.- Tras estas palabras
sonrió y los chicos comenzaron a desternillarse de risa.
La guarida, el refugio, el asilo o como
ustedes quieran llamarles al lugar de reunión de los chicos de “La
Hermandad”, se situaba precisamente a escasos metros del viejo
depósito del que os hablé al principio y en el cual se hallaron
ahogado al “irlandés”. Se trataba de un edificio que quedó a
medioconstruir porque un día la empresa que realizaba las obras
desapareció sin más ni más. Un@s dicen que la empresa constructora
quebró y se fue a pique, otros que el Delegado de Urbanismo había
discutido con el encargado de las obras,… Lo cierto es que nadie
sabía a ciencia cierta el porqué desapareció la empresa
constructora. Como las obras quedaron paradas, “La Hermandad”
aprovechó para tomar el edificio y adueñarse del lugar.
Anteriormente, los chicos de aquella terrible banda, habían tenido
varios locales por la ciudad pero los abandonaban de un día para
otro. El motivo era que por aquellos entonces la banda NO estaba tan
consolidada como en la actualidad, contaba con pocos miembros y éstos
eran perseguidos por la poli debido --como es de suponer-- a sus
frecuentes fechorías. Hasta que NO entró Ray Bentley como jefe de
la banda, ésta NO comenzó a prosperar y a ganar nuevos integrantes.
Con la llegada de Ray, “La Hermandad” pronto se convirtió en el
primer tema de preocupación de las autoridades, NO sólo de
Kingstoret City sino también de todo el condado.
Hacía ya nueve años que Ray era líder
de “la Hermandad”. Tenía apenas unos dieciséis años casi
recién cumplidos cuando se convirtió en líder de la banda. Era un
niño todavía, aún NO se había afeitado por primera vez el bigote,
pero tenía la maldad de un adulto. Yo diría que a los dieciséis,
Ray ya reunía todas las perversidades más crueles de los
emperadores más sanguinarios de la Historia (Nerón, Hitler,
Torquemada,…). De hecho, la verdad de la desaparición de la
empresa constructora de Kingstoret City, era porque Ray contaminó el
agua del viejo depósito con veneno para ratas. Los albañiles y
obreros utilizaban el agua del viejo depósito NO sólo para hacer
mezclas sino también para beber y para lavarse. Un día sólo
apareció por las obras tres trabajadores y el aspecto que
presentaban era enfermizo. El resto de los trabajadores se quedaron
en sus casas con vómitos y diarreas o fueron trasladados al
Hospital. El envenenamiento fue una táctica, una de tantas, que
empleó Ray para ocupar el edificio una vez que se fueran los
obreros.
- “¡Oye, Luke! ¿A qué hora abre
la joyería de la calle Captain Murphy?”.- Preguntó Ray a su
hermano mientras tomaban unas cervezas en el refugio de “La
Hermandad”.
- “Pues NO sé… Pero hoy NO abre.
Hoy es domingo”
- “Perfecto”.- Dijo Ray con una
sonrisa maliciosa dibujada en su rostro.
- “¡Oh, Ray, Ray,…! ¿NO estarás
pensando…?”
- “Sip, Luke. Tú lo has dicho”
- “¡Oh, vamos Ray! Apenas NO hace
ni media hora que acabas de salir de comisaría y ya quieres volver a
la actividad. ¡Vamos, Ray, relájate, descansa, siéntate aquí con
nosotros!”
Todos los chicos estaban sentados en
unos viejos sofales que habían colocado en una de las habitaciones
más amplias del edificio. Todos menos Ray que paseaba nervioso por
la habitación. De vez en cuando le daba una patada a una lata de
cerveza sin importar si estaba vacía o llena, o quién pudiera estar
bebiéndola. Por eso, de vez en cuando también se levantaba alguien
del sofá e iba a por otra lata al frigorífico, dependiendo de si su
anterior lata había sido derramada o NO por el puntapié de Ray. El
hecho de que alguien se levantara a cada dos por tres para ir en
busca de otra cerveza también ponía nervioso a Luke, quien había
deseado la máxima tranquilidad después del gran susto que le había
ocasionado la detención de su hermano por la poli aquella misma
mañana.
- “¡Eh, chicos, levantad el trasero
de vuestros cómodos sofales. NO hay tiempo que perder!”.- Ray
había alzado la voz. Eso significaba una orden y quien se negara a
cumplirla pagaría sus consecuencias.
Durante el poco tiempo que los chicos
habían permanecido en el edificio abandonado que servía de
residencia o paradero para “La Hermandad”, Luke había notado que
su hermano Ray se había sentido intranquilo y que se asomaba a la
ventana repetidas veces para dirigir su mirada inquieta al viejo
depósito de agua.
Ahora, mientras caminaban en dirección
a la calle “Captain Murphy”, Ray se mostraba más seguro de sí
mismo y sonriente. Eso era señal de que las cosas iban a salir bien.
Efectivamente, poco antes del mediodía,
los chicos salían corriendo por la misma puerta de la joyería
cargados de collares, relojes de plata, piedras preciosas, anillos y
otras alhajas.
- “Es preciso que nos dispersemos”.-
Dijo Ray a los chicos de “La Hermandad” una vez que se hallaron
lejos de la calle “Captain Murphy”. Siempre solía decirles eso
para que la policía lo tuviera más difícil a la hora de
identificar a los actores del delito o, mejor dicho, a los presuntos
delincuentes. Porque, a decir verdad siempre eran “presuntos”; de
esta manera lo contempla la Ley, “Todo el mundo es inocente hasta
que se demuestre lo contrario”[…]
Cuando los dos hermanos quedaron solos
Ray le preguntó a Luke:
- “Dime, Luke ¿dónde podemos
guardar las joyas? cualquier sitio es seguro mientras NO sea en casa.
NO quiero que la pasma registre nuestra casa y encuentre las joyas en
caso de que alguno de los nuestros cante.
- “Pues déjame pensar… ¡Ah sí,
ya sé! Arriba, en el viejo depósito. Allí NO se atreve a subir
nadie.”
A Ray le entró un escalofrío por todo
el cuerpo al escuchar las palabras de su hermano pero al pronto
comprendió que era la mejor opción.
- “Está bien, Luke. Tú subirás”
Ray le dió a su hermano todas las
joyas que llevaba encima pero se quedó con una pulsera de oro blanco
laminado y remarcada con incrustaciones de brillantes en tono
plateado. La pulsera debía de valer una fortuna. Ray la guardó en
uno de los bolsillos interiores de su chaqueta de cuero,
concretamente en el mismo en el que llevaba el viejo reloj de Abban
O’Hare, “el irlandés” […]
Al llegar a casa ya se podía oler la
comida. Ray pensaba que su madre era una buena cocinera. Había
echado de menos aquellos exquisitos platos preparados por ella
durante su permanencia en el reformatorio penal.
La madre de Ray y Luke era una mujer
trabajadora. poco antes de hacer la comida había estado toda la
mañana trabajando en la fábrica textil Blue-River Company, situada
a dos o tres manzanas de su propio domicilio. La mujer conocía
perfectamente lo que tenía que hacer cada día: trabajos de corte y
confección, encaje y bordado, etiquetado y estampado,… Llevaba ya
4 años en aquella fábrica. Había entrado a trabajar en ella al
poco tiempo de haber fallecido su marido. Su pensión de viudedad NO
le daba para mucho y tras un minucioso periodo de prueba en
Blue-River Company pudo ocupar un puesto de trabajo. A pesar de todo,
el jefe de la empresa NO estaba muy convencido de la labor que
pudiera desempeñar ya que comparaba su forma de ser con la de sus
hijos, sobretodo con la de Ray al quien tod@s lo consideraban como el
mayor y más peligroso delincuente de la historia de Kingstoret City.
Puesto que el jefe de Blue-River
Company NO veía con buenos ojos a la viuda de Alexandre Bentley, la
obligaba a ir a trabajar incluso hasta los domingos. Aquella mañana
dominguera había trabajado bastante duro pero sabía que NO podía
abandonar el trabajo ya que dependía de su sueldo para llevar el
hogar hacia adelante. También sabía que si dejaba el trabajo nadie,
ninguna empresa la iba a contratar, ya que tenía la mala fama de ser
“la madre de…”. Aquí lo de “de tal palo, tal astilla” se
cumplia a rajatabla pero a la inversa (“De tal astilla, tal palo”).
Esto era lo que pensaba la gente de Kingstoret City, una ciudad
corroída y corrompida por la envidia, el odio y la avaricia. NO era
de extrañar entonces que grupos de violentos surgieran por todos los
rincones, por aquí y por allá, como si se tratara de auténticas
plagas. Sin ir más lejos, he aquí el grupo de “La Hermandad” un
ejemplo clave de ello.
- “¡Mamá, mamá, mira lo que te
traigo! ¡Mira lo que he comprado para ti!”.- Ray se dirigió casi
corriendo hacia la cocina llevando la pulsera con los dedos índice y
pulgar como si de un ratón cogido por el rabo se tratase.
“¡PLAF!” Se escuchó en la
estancia de la cocina. La madre le había dado una fuerte bofetada a
Ray. En ese momento llegó Luke, quien venía detrás de su hermano.
Se encontró con la siguiente escena: Ray con la mano en la cara
señalada de rojo a causa del tortazo recibido, quejoso y
avergonzado; la pulsera de oro blanco tirada en el suelo; y la madre
con voz ronca y seca (casi más propia de hombre que de mujer)
diciéndole a su hermano bastante enfadada:
- “¡…Eres una mala bestia! ¡NO
tienes vergüenza y NO te mereces el perdón de Dios! ¿Acaso
pretendes comprar a tu propia madre con ese capricho asqueroso de
pulsera? ¡Anda y házte un favor, devuelve esa pulsera a quien se la
has robado! ¡Maldito ladrón sinvergüenza, canalla. Todos los
calificativos son pocos para ti! ¡Que por tu culpa estoy quedando yo
mal ante la gente! ¡Eres malo como Lucifer! ¡Eres lo peor que me ha
pasado en mi vida! ¡Agradece que todavía te ponga un plato de
comida encima de la mesa! ¡Ahí tienes tu maldito almuerzo!”.-
Reboleó de malas ganas el plato sobre la mesa salpicando el mantel
de comida y se fue rápidamente.
Luke quedó petrificado, boquiabierto,
sin palabras,… NO se esperaba que su madre fuera a reaccionar así.
- “¡Vete de aquí! ¡Necesito estar
sólo!”.- Le dijo Ray a su hermano, pero al ver que éste estaba
todavía anonadado volvió a exclamarle:
- “¿Es que NO me has oído? ¡Vamos,
deja de estar ahí como un pasmarote y sal de aquí! ¡Lárgate!”.-
Era quizás la primera vez en su vida en que Ray le pedía que se
fuera de su lado, al menos que recuerde Luke.
- “¡Pe, pe, pero Ray…!”
- “¡Qué te largues! ¡Fuera!”
Luke, se fue con la cabeza gacha y
arrastrando lo pies como si fuera un viejo; triste, decaído, sin
comprender nada,… […]
Por la noche, minutos antes de que Luke
fuera a meterse en la cama, Ray llamó en la puerta de su habitación.
- “¿Sí?”
Ray abrió diciendo:
- “¡Luke, eh, Luke! ¿Qué haces
mañana?”
- “Mañana es lunes, tengo que ir al
Instituto.”
- “¡Ah! Bueno,…”
- “¿Por qué lo preguntas?”
- “NO, por nada. Verás tenía
planes para mañana por la mañana. Tenía pensado ir a comprar un
televisor para el local y quería que vinieras conmigo.”
- “Mejor lo dejamos para otro día”.-
Contestó Luke bostezando y llevándose la mano a la boca mientras ya
con el pijama puesto iba en busca de la cama.
- “Sí otro día. Que duermas bien,
hermano”.- Ray apagó la luz y se fue cerrando la puerta. […]
Muchos de los chicos de la Hermandad
habían dejado el Instituto o habían sido expulsados. Pero Luke
Bentley seguía yendo pese a haber repetido dos veces y NO gustarle
mucho estudiar. Su madre le obligaba a asistir a clase. Era una forma
de quitarlo de la calle. Todos los días, menos los fines de semana
pasaba por delante del viejo depósito de agua para llegar al
Instituto. NO obstante, antes tenía que tomar un pequeño sendero de
piedras adoquinadas que cruzaba un cementerio semiabandonado. pocos
cadáveres se enterraban ya allí, generalmente sólo aquellos que en
vida NO podían pagar impuestos o que eran marginados o rechazados
por la mayoría de los ciudadanos de Kingstoret City. Todos los
estudiantes tomaban el camino directo, asfaltado e iluminado que
conducía al Instituto Dr. Julian Percy. Pero Luke iba en bicicleta y
NO le importaba coger por el camino más largo y más dificultoso.
Esto lo hacía porque, a veces, tenía la intención de faltar a
clase y quedarse en el edificio abandonado que ocupaban los de “La
Hermandad”. Allí solía reunirse con otros chicos de la banda y
jugar a las cartas en compañía además de latas de cervezas y
porros.
Aquel día, Luke había decidido ir a
clase ya que esto mismo le había dicho a su hermano por la noche,
antes de meterse en la cama, y NO quería quedar por embustero.
- “¡Buenos días! A ver chicos, hoy
ha llegado un compañero nuevo a clase. Se llama… ¿Cómo te
llamas? --El chico permanecía callado y la profesora sintió estar
en un apuro-- Bueno, se llama “Hare” o algo así de apellido, NO
sé pronunciar muy bien el irlandés.
A Luke se le erizó el bello al
escuchar las palabras de la profesora. “Hare”, “irlandés”,…
Todo pareció impactante, como una llamada de atención, como una
señal de alarma, como una advertencia de peligro, como un jarro de
agua fría o como es más: como un puñetazo directo a la mandíbula.
Inmediatamente miró con los ojos abiertos y brillantes como dos
farolas a aquel sujeto. Era un chico que en principio parecía
ridículo por la forma de vestir. Llevaba ropa desgastada y
harapienta, pasada de moda, que NO iba con los tiempos. Luke pensó
hacía sí mismo: “¡Vaya tio más cateto! Deberá ser tontito. ¡Lo
que nos hacía falta, un retrasado-subnormal más en la clase…!”
Luke se quedó un poco más relajado al contemplar la figura
caricaturesca que presentaba aquel tipo nuevo. Pero NO dejaba de
estar tranquilo del todo. Aún NO había apartado su mirada del chico
y lo contemplaba con especial atención: desde que llegaron a clase,
aproximadamente hacía 10 minutos, aquel chico nuevo apenas se había
movido de su asiento, se mantenía rígido y aún NO había mediado
palabras con nadie. Su compañero de pupitre se había levantado y se
había sentado en otro sitio. […]
Ray Bentley había pasado aquel día
aburrido como una ostra. Aquel lunes, aquel primer día de la semana,
había empezado mal. Los chicos de la Hermandad NO aparecían por el
local. Ray pensaba que la mayoría se encontraría trabajando o
estudiando en el Instituto como su hermano Luke. Él ya NO estaba en
ningún instituto. Tenía 22 años, tres más que su hermano y aunque
tuvo la oportunidad de continuar sus estudios en el reformatorio, los
había abandonado. Pensaba que con lo que sabía, sabía bastante.
Ahora se dedicaba a tirar piedras a unas latas de cerveza que había
colocado sobre una valla de hormigón. Había planeado dar un golpe a
una popular Compañía de Seguros de Kingstoret City. Pero hacer un
atraco se le antojaba un poco complicado sin la ayuda de los chicos.
También habían pasado por su cabeza ideas geniales tales como ir a
darle un escarmiento, o mejor dicho, una “pequeña sorpresita” al
comisario jefe de la policía en agradecimiento por haberle detenido
e interrogado en la mañana del domingo. Pero volvía a surgirle el
problema y es que sin la ayuda de los muchachos NO podía hacer nada.
Al ponerse el sol, su hermano Luke se
encontró con él frente a la entrada del edificio abandonado. Luke
venía de vuelta del instituto.
- “¡Cuánto has tardado! Te he
estado esperando un siglo”
- “Es que tengo clases por las
mañanas y por las tardes.”
- “¡Ajá! ¿Y qué?, ¿cómo te ha
ido en el Instituto hoy?”
- “Bien, me parece. ¡Ah! Ha entrado
un chico nuevo. Un tipo muy raro.”
- “¿Quién es?”
- “Pues NO sé cómo se llama. NO
habla nunca, yo creo que es mudo o que le ha comido la lengua el
gato. La maestra dice que tiene apellido holandés o irlandés, NO me
acuerdo.”
- “Bueno, pues ya tienes a alguien
más para gastarle una broma ¿NO?”
- “Si y además tiene pinta de
tontito ¡Ja, ja, ja, ja!”.- Los dos hermanos empezaron a reírse.
Al volver a casa con su hermano, Luke
se sentía más seguro. Sabía que tenía que atravesar el viejo
cementerio. NO es que le fuera a pasar algo si atravesaba sólo por
aquel campo santo, pero le daba mala espina y más cuando ya se
estaba poniendo el sol. Hay que tener en cuenta que en aquella época
otoñal del mes de noviembre anochecía pronto. […]
El martes fue muy parecido al lunes
para Ray Bentley salvo que en aquel día contaba con la compañía de
Teddy “el mestizo”, quien a las diez de la mañana se había
dejado aparecer por el local con una furgonetita en la cual llevaba
inscrita el anagrama de “Philip Brothers – Equipment CO.”
Para Luke el martes en el Instituto
también fue muy parecido al día anterior. Había decidido ir a
clase simplemente porque le picaba la curiosidad. quería saber algo
más sobre aquel misterioso chico nuevo. A pesar de su esfuerzo, NO
logró descubrir mucho más y aquello ya comenzaba a parecerle
aburrido. A veces tenía la impresión de que se había convertilo en
una vieja chusma, en una cotilla.
Al kaer la tarde, Luke montaba de nuevo
en su bicicleta para regresar a casa. NO sabía cómo había
resistido permanecer en clase hasta el final; tal vez porque quería
aparentar ante su hermano que era un chico responsable. Normalmente
solía saltarse las clases y salir dos horas antes, después del
almuerzo. Mientras pedaleaba iba pensando que ojalá si estuviera su
hermano o alguien de la banda en el local. NO quería que NO hubiese
nadie cuando pasase por allí y tener que atravesar el antiguo
cementerio él solo. Cada vez que esto ocurría marchaba más a
prisa, le daba más rápido a los pedales. Verdaderamente aquel
cementerio casi en abandono y medio en ruinas le daba muy mala
espina. Nunca le había hecho ni pizca de gracia.
En realidad, todo aquel paraje estaba
en desolación. Todo cuanto rodease al viejo depósito de agua estaba
descuidado por la mano del Hombre, abandonado o en proceso inmediato
de abandono: el edificio, el cementerio, el mismo depósito,… Era
como si hubiera caído una maldición en aquellos lugares de las
afueras de Kingstoret City.
Luke se puso contento al llegar al
edificio pues su hermano, Teddy “el mestizo” y dos o tres chicos
más estaban allí sentados en el porche.
- “Voy a coger una cerveza, estoy
muerto de sed.”.- Luke dejó la bicicleta tirada en el suelo y se
dirigió hacia el frigorífico. Pero cual sería su sorpresa que
cuando entró en la habitación se encontró con un enorme televisor
encendido sobre la mesa que servía para jugar a interminables
partidas de cartas.
- “¿Qué, qué, qué es ese
televisor?”.- Decía Luke nervioso y lleno de emoción mientras
salía corriendo del interior del edificio.
- “Pues un televisor, como tú mismo
has visto”.- Contestó Ray que seguía sentado en el porche junto a
Teddy y los otros chicos.
- “Te dije que iba a conseguir uno”
- “¿Y cómo, cómo,…?”.- Luke
seguía emocionado y casi NO podía hablar. Los chicos reían al
verlo tan nervioso y su hermano le explicó:
- “Verás, hermanito. Esta mañana
apareció por aquí nuestro amigo Teddy con la furgoneta de su
empresa. Por lo visto hoy NO trabajaba ¿Verdad Teddy? --Teddy
asintió con la cabeza-- Y aprovechando que tenía la furgoneta en
nuestras manos fuimos a una tienda de electrodomésticos para pedir
prestada esa televisión”.- Ray siempre hablaba de “pedir
prestado” cuando se trataba de robar.
- “¡Oh, Ray eres el número uno!”.-
Luke le dió un abrazo a su hermano lleno de alegría.
- “¡Ya, ya, ya vale! NO seas tan
cariñoso pequeñajo. ¡Ah! Aún hay más. Para celebrarlo, hemos
avisado a todos los chicos de “La Hermandad”. Están a punto de
venir. Tenemos pensado hacer esta noche una fiesta de bienvenida a
nuestra amiga la televisión.”
- “Estupendo, ya nos hacía falta
divertirnos ¿eh, Ray?”
- “¿A caso hemos parado alguna vez
de divertirnos, Luke?”.- Respondió Ray haciéndose el orgulloso y
dándoselas de persona importante. Todos echaron a reír.
Efectivamente, aquella misma noche los
chicos de “La Hermandad” se reunieron en el edificio. Habían
llevado, además de bebidas y cannabis, chicas para hacer más
divertida la fiesta. En total eran un@s 30 jóvenes en aquel local.
En la tele estaban echando un interesantísimo partido de rugby, los
Jaguars de Colorado contra los Blacks de Arkansas, pero llegó un
momento en que nadie miraba la pantalla. Tod@s bebían y fumaban
yerba mientras reían contándose anécdotas.
Los minutos y las horas pasaban casi
sin darse cuenta. Algunos chicos tuvieron que marcharse puesto que al
otro día tenían cosas que hacer. Unos se iban porque tenían que ir
al otro día al Instituto, otros porque tenían que trabajar y otros
porque se habían puesto demasiado ciegos.
Después de la media noche la fiesta
quedó más calmada y silenciosa. Habían apagado la luz de la
habitación donde estaban los que aún quedaban, los que aún se
resistían a marcharse. Tan sólo la luz proveniente de la pantalla
de la televisión iluminaba pobremente la habitación. Algún que
otro chico se veía abrazado a alguna chica en plan sentimental o
romántico. Los besos en la semioscuridad fluían entre los ardientes
labios que a la pasión y al deseo eran entregados. Besos envueltos
por cortinas de humo con aroma de marihuana. Besos cálidos
provenientes de un ambiente de amor loco, sin pensamiento y
desenfrenado. Luke, rompió el silencio, rompió el encanto y la
magia de la noche diciendo:
- “He visto a Abban O’Hare el
“irlandés”.
Tod@s dejaron de quererse en ese
momento para fijar la mirada en la persona de Luke Bentley.
- “¿Qué demonios estás
diciendo?”.- Preguntó muy seriamente su hermano Ray deshaciéndose
de los brazos de dos chicas que lo rodeaban amorosamente.
- “Que-he-vis-to-al-“ir-lan-dés”.-
Repitió Luke con voz clara, elevada y pausada entre sílabas para
que se entendiera con facilidad.
- “Mira muchacho, tú estás
flipando, tú alucinas. Estás delirando ¿NO te das cuenta de que la
yerba que has fumado te ha dejado caos?”.- Intervino Teddy “el
mestizo” frotando la punta del dedo índice sobre su sien con la
intención de poner a Luke por loco.
- “NO es la yerba. Estoy diciendo
que lo he visto.”
Ray se levantó del sofá, se asomó
por la ventana que estaba en la pared opuesta y miró hacia el viejo
depósito de agua que desde allí se divisaba. Todos siguieron con la
mirada los movimientos de Ray. Esperaban una respuesta del cabecilla
de “La Hermandad”. Tras un breve intervalo de silencio, este
pronunció:
- “Eso es imposible”
- “¡Ah! ¿Y cómo sabes tú que es
imposible”
- “¡Es imposible porque fui yo
quien lo mató!”.- Contestó Ray perdiendo la paciencia y medio
gritando.
- “¿Tuuuuú?”.- Interrogó Luke
como si pareciese tonto.
- “¡Escucha, imbécil! Yo fui quien
mató a ese mierda de “irlandés”. Prueba de ello es su reloj. El
reloj que llevo siempre conmigo --En ese mismo instante Ray sacó el
reloj del bolsillo interior de su chaqueta de cuero y se lo mostró a
Luke y a los demás chicos que anonadados y boquiabiertos parecían
NO creerse lo que estaban escuchando-- ¿Cómo te crees que conseguí
este reloj?”
Todos, incluso Luke que se dió cuenta
del daño moral que había ocasionado a su hermano, permanecían en
silencio. Ray continuó hablando más enfurecido que nunca:
- “¡Yo maté a ese cabrón llamado
Abban O’Hare. Ahora el está muerto y enterrado y yo tengo su puto
reloj!”.- Ray había perdido el control, se asomaba casi con medio
cuerpo fuera de la ventana señalando con el reloj hacia el viejo
depósito de agua; gritando como un poseso, echando maldiciones,
rabioso, al rojo vivo,…
A Luke le daba miedo cuando su hermano
se ponía así. Era como cuando le estaba pegando al profesor
Douglas. Ray lo golpeaba con fuerza, sin escrúpulos, como si fuese
un saco de patatas. Esa furia interior de Ray era lo que le daba
verdadero pánico a Luke, pues cuando surgía tal ira NO conocía a
su hermano.
Poco a poco Ray se fue tranquilizando y
cuando se volvió apartándose de la ventana, Luke preguntó
tímidamente y confuso, apenas con un sutil y agudo hilo de voz:
- “¿Pe, pe, pero entonces,…? ¿Ese
chico extraño que ha llegado al Instituto…?”
- “Nada. Te habrás equivocado de
persona. Ya has oído lo que te acabo de decir. El “irlandés”
NO existe. Está muerto”
Ray se dirigió poco a poco hacia el
mismo sofá del cual se había levantado. Se mostraba calmado, había
recobrado su aspecto normal. Caminaba como si fuese un guerrero
agotado o fatigado después de una larga batalla.
- “Tú, traeme una cerveza del
frigorífico. Necesito un trago”.- Le dijo a una de las chicas del
sofá.
Aún llevaba en la mano el viejo reloj
pero cuando se sentó y fue a guardarlo en el bolsillo interior de su
chaqueta lo miró y se dió cuenta de algo realmente asombroso:
- “Vaya, vaya,... El maldito reloj
está andando. Después de tantos años que ha estado parado ahora
comienza a funcionar. Teddy ¿Qué hora es?”
- “La una y veintisiete minutos”
- “¿Estas seguro?”
- “Sí, seguro, Ray”
- “¡Qué coincidencia! Justo la
hora que marca también este reloj. Ya NO me hace falta ponerlo en
hora ¡Ja, ja, ja, ja!”.- Ray empezó a reírse; NO se sabe muy
bien porqué, tal vez porque se puso contento al saber que el viejo
reloj volvía a funcionar. La risa al principio NO era tan intensa
pero luego se convirtió en grandes carcajadas.
A Luke le entró miedo al saber que el
reloj que había pertenecido a Abban O’Hare comenzaba a funcionar.
Ese miedo se hizo mayor al contemplar la risa alocada y sin sentido
de su hermano. Con lo cual, salió corriendo en busca de su
bicicleta, se montó y huyó de allí todo lo más rápido que pudo.
Pero, mientras pedaleaba, en su cabeza retumbaban las endiabladas
carcajadas de Ray que aún seguía riéndose en aquella habitación
del edificio. Ray seguía y seguía desternillándose de risa. Esta
vez sus carcajadas sonaban en el silencio de la noche más fuerte que
nunca y es que la rápida y espontánea huida de Luke también le
produjo risa.
- “¡Sí, márchate de aquí! ¡Ja,
ja, ja! ¡Véte con mamaíta! ¡Ja, ja, ja, ja! Tú, Luke, siempre
fuiste un gallinas ¡Klo, klo, klo, klo, klooó! ¡Ja, ja, ja, ja!
¡Ja, ja, ja, ja,…!”.- Ray reía y reía después de imitar a la
gallina.
Poco a poco los chicos se fueron
largando hasta que al final quedaron solos en el local Ray Bentley y
Teddy “el mestizo”. Teddy era para Ray como su ojito derecho, era
su persona de confianza, su mejor amigo de entre todos los
integrantes de “La Hermandad”. Sabía bastante bien que nunca lo
iba a traicionar. En cambio, Luke, pese a ser su hermano era inseguro
para tomar decisiones y eso era una debilidad para un miembro de una
banda de delincuentes juveniles. Por esa razón, Ray NO confiaba
plenamente en su hermano.
Ray esperó un rato para asegurarse de
que NO quedaba nadie en el local y en un momento de absoluto silencio
le habló a Teddy:
- “Oye, Teddy. Quiero que
investigues a ese chico nuevo del que habla mi hermano, ese que ha
llegado hace poco al Instituto. Quiero saber quién es realmente, a
qué se dedica, cuando come, cuando duerme y hasta kuándo va al
retrete. Quiero saberlo todo de él”
- “Tranquilo, Ray. Eso está hecho”
[…]
NO sólo fue Teddy quien se dedicó a
investigar sino que también Luke Bentley quiso sacar conclusiones.
Digo “quiso” porque muy bien parado NO salió, ya veréis porqué.
A la mañana siguiente salió de casa con su mochila sobre la espalda
para hacer creer a su madre que marchaba hacia el Instituto. Pero
aquel día decidió faltar. En su cabeza rondaba una idea; una idea
que tal vez poniéndola en marcha pudiera aclarar las cosas. Luke
tenía algo de esperanza. Por la noche NO había dormido bien. NO
pudo conciliar el sueño. En su mente volvía una y otra vez las
risas de su hermano. Sentía que había quedado en ridículo ante él
y ante los demás chicos de la banda. Había dado muestras de
cobardía al salir huyendo del edificio y eso suponía el desprecio,
el rechazo, la desaprobación de los chicos y, lo más seguro, su
expulsión de “La Hermandad”. Al ser consiente también de que
había defraudado a su hermano, le hubiera gustado pedirle perdón.
Pero Ray NO regresó, había pasado la noche fuera de casa.
Todas estas cosas iba pensando Luke
mientras tomaba con su bicicleta una calle transversal a la Avenida
Wallington. La calle en sí resultaba bastante atractiva, merced
sobre todo a las bonitas casas que se encontraban a ambos lados. Se
trataba de pequeñas viviendas de origen extranjero. Allí vivían
gran cantidad de personas provenientes de Europa y parte de Asia
septentrional. Una de esas casas era la de la familia O’Hare, donde
se dirigía Luke.
Minutos más tarde Luke golpeó dos o
tres veces la puerta con un pesado picaporte, que representaba una
cruz celta típica de Irlanda. Un hombre bastante alto y corpulento
salió del interior de la casa. Era rubio, con el pelo alborotado y
mal recortado. Vestía traje de corbata, por lo que Luke intuyó que
salía para el trabajo en aquel momento y que, por tanto, disponía
de poco tiempo.
- “¡Hola! Soy Lu, Luke Bentley”.-
Dijo el muchacho tendiéndole la mano y con una sonrisa nerviosa
dibujada en su rostro. Al ver que aquel hombre NO le daba la mano y
lo miraba muy seriamente, se arrepintió de haberle dicho su nombre y
mucho más de acudir a aquella casa. Pero ya NO podía dar marcha
atrás, tenía que seguir con el plan que se había propuesto.
- “¿Es, es, es usted el padre de
Abban O’Hare?”
- “Sí”.- Respondió el hombre
después de una pausa que parecía ser interminable para Luke, que
sudaba como un esclavo y estaba rojo como un tomate en aquel momento.
- “¿Y, y, y lo ha visto?”.-
Interrogó de nuevo el muchacho lleno de vergüenza.
El hombre NO cambiaba la expresión de
su rostro. Es más, parecía estar un poquito más serio. Al ver que
NO contestaba, Luke volvió a decirle con la misma sonrisita idiota y
con cara de niño bueno:
- “Te, te, te lo pregunto porque yo
sí lo he visto. Lo he visto en el Instituto, está en mi clase
¿Sabes?”
En ese preciso instante estalló la
bomba. El hombre, que era hombre, dejó de serlo y se convirtió en
bestia. Le propinó tal puñetazo a Luke que lo lanzó de espalda y
éste vino a caerse sobre la bicicleta que estaba tirada a sus
espaldas. Luego, el hombre convertido en bestia levantó a Luke
cogiéndolo por el cuello como si fuera un muñeco de trapo y sin
soltarlo lo estampó contra la pared gritándole:
- “¡Escucha, maldito estúpido hijo
de puta! ¡Mi hijo, mi único hijo, está muerto. Lo asesinasteis
vosotros! ¡Y ahora, imbécil, lárgate de aquí porque te juro por
Dios que como te vuelva a ver te arranco la cabeza!”
El hombre soltó a Luke y éste cayó
al suelo medio asfixiado y con un fuerte dolor de cuello […]
Teddy “el mestizo” NO logró
descubrir mucho más que el malparado Luke. Se había dirigido hacia
la entrada del Instituto. En un principio decidió esconderse tras
unas palmeras para vigilar desde allí si pasaba o NO pasaba aquel
chico extraño. Por su mente pasaban cientos de ideas: “…Y bueno,
¿y si al chico nuevo le dá por faltar hoy?”, “¿Y si ha entrado
ya al Instituto y yo NO lo he visto?”, “¿Y si pasa y yo NO me
doy cuenta?”,…
Llegó un momento en el que había
perdido la paciencia, por lo que salió de detrás de las palmeras y
empezó a preguntar a algún@s chic@s que iban entrando en el
Instituto:
- “¡Oye! ¿Hay por casualidad un
chico nuevo en tu clase?”
- “NO, que yo sepa…”.- Le
contestaban un@s medio dormidos todavía.
Teddy volvía a preguntar a otr@s
chic@s:
- “¡Oye! ¿Ha llegado algún
irlandés en estos días a tu clase?”
- “NO, NO ha llegado ninguno”.-
Solían responder.
- “¡Oye, chaval! ¿Has visto algún
chico nuevo en tu clase?”
- “NO, yo NO he visto a nadie”
Teddy quiso entrar en el Instituto pero
NO podía hacerlo ya que estaba prohibido para las personas que NO
estuviesen matriculadas. Era una norma que habían regularizado en
todos los colegios e institutos de Kingstoret City para que NO
vendiesen drogas en las aulas y en los pasillos.
Poco a poco, Teddy se iba aburriendo de
hacer preguntas. Y cuando ya se hubo rendido del todo sucedió lo
impensado: había visto la luz. Así se quedó Teddy cuando vió lo
que vió, con la boca abierta (que podía haberle entrado una mosca)
y con los brazos caídos (que podían haberles llegado al suelo). Un
chico algo sucio y malvestido pasó por delante de sus narices, con
la mirada perdida; sin hacer apenas ruido al andar; casi levitando,
como si se hubiera fumado un buen canuto,…
Durante todo el día Teddy “el
mestizo” NO se movió de la entrada del Instituto, quería ver
salir a ese chico extraño y seguirle el rastro para saber a dónde
iba, cuál era su casa,…
Ray Bentley esperaba, NO sabía muy
bien qué: novedades, planes para un atraco, tal vez que su hermano
apareciese por el local,… Lo cierto era que esperaba impaciente. A
cada instante sacaba del bolsillo interior de su chaqueta el viejo
reloj plateado y miraba la hora o se lo ponía en la oreja para
escuchar el “tic-tac, tic-tac”. En ningún momento había salido
del edificio y se desesperaba cada vez más. Daba pequeños paseos
por la habitación donde estaba el frigorífico y la televisión y de
vez en cuando se asomaba por la ventana observando aquel gigantesco y
viejo depósito de agua.
“A saber cuántos carpinteros habrán
trabajado en la construcción de la torre de madera”.- Se
preguntaba para sus adentros Ray refiriéndose a la torre que
sostenía dicho depósito.
Para matar el aburrimiento, había
intentado hacer solitarios con las cartas o ver la televisión; pero
ni para lo uno ni para lo otro lograba concentrarse.
Por fín ya cuando se estaba poniendo
el sol, instantes previos al anochecer, apareció Teddy por el local:
- “¡Ray, Ray, tengo noticias!”.-
Decía mientras entraba corriendo en el edificio.
- “Díme, Teddy ¿Qué has
descubierto?”
- “El, el chico ese. El nuevo…”
- “¿Sí?”
- “Lo he visto”
- “¿Y cómo es?”
- “Pues es muy raro. Camina como si
fuera un sonámbulo. Va zombie perdido. Yo creo que se droga, lo más
seguro. Eso es, va drogado hasta las cejas”
- “Aparte de eso ¿Qué aspecto
tiene?”
- “NO muy bueno, que digamos. Parece
como si estuviera enfermo. Le falta pelo en la cabeza y sus ojos NO
tienen brillo. Está muy pálido, sucio que apesta y bastante
delgado. Viste ropa vieja y fea”
Hubo un momento de pausa en el cual Ray
estuvo meditando y asimilando la descripción que había dado Teddy
sobre aquel chico extraño.
- “¡Ah, Ray! Aún hay más. Ese
chico pasa por aquí mismo después de salir del Instituto. Lo he
estado siguiendo.”
- “¿Ah, sí? ¿Y a dónde va?”.-
Preguntó Ray intrigado.
- “Pues NO lo sé. Le perdí el
rastro en cuanto estaba pasando por el cementerio. Era como si
supiese que yo le estaba siguiendo y echase a correr. NO me lo
explico, de repente se esfumó y ya NO lo volví a ver más”
- “NO importa. Se me ocurre una
idea. Démosle una grata sorpresa a ese tipo. ¿NO dicen que está
sucio? Pues más limpito va a quedar” […]
Al amanecer del día siguiente la
mayoría de los chicos de la Hermandad se reunieron en el edificio
abandonado, donde como ya es sabido, tenían su sede. Hay que decir
en esta historia que la hora de entrada en los colegios e institutos
en Kingstoret City es sobre las 9:00 am. Ray había ordenado a Teddy
“el mestizo” a que se mantuviera escondido entre la maleza que
bordeaba el pequeño sendero de piedras que cruzaba el cementerio y
que le avisara en cuanto pasara por allí el chico extraño. Teddy
había dicho el día anterior que aquel chico pasaba por allí para
ir al Instituto.
Mientras Teddy daba el aviso, los
muchachos de “La Hermandad” permanecían silenciosos en el
interior del edificio. Ray NO quería que cuando estuviese cerca el
chico extraño se percatase de que había gente allí. Por eso, ni
siquiera dejó que encendieran el televisor y mucho menos que se
asomasen por las ventanas. Todos estaban sentados en los sofales y
callados como momias.
Pocos minutos antes de las 9:00 am.
Teddy llegó al edificio diciendo:
- “Ya ha pasado”
- “¿Está lejos de aquí?”.-
Preguntó Ray.
- “Sí, ya tiene que estar casi
entrando en el Instituto”
- “Bien. Pues chicos, manos a la
obra”
Cada chico cargaba con un pico y una
pala. Ray había señalado el lugar idóneo para cavar. Se trataba de
un cuadrado de 2’50 metros, aproximadamente, tanto de ancho como de
largo. Prácticamente el trazado del cuadrado cortaba un tramo del
pequeño sendero de piedras adoquinadas.
Los chicos comenzaron a cavar y a los
pocos minutos ya estaban sudando. Primero habían quitado las piedras
que estaban coloradas en forma de adoquines y luego siguieron
removiendo el suelo, pero la tierra estaba muy dura.
- “¡Oye, Teddy! Tráete la
excavadora de tu padre”.- Dijo Ray.
- “De eso ni hablar. El otro día le
cogí la furgoneta de la empresa y NO veas cómo se puso. Me echó
una bronca que todavía tengo los oídos sordos de las voces”
El padre de Teddy era dueño y jefe de
la empresa “Philip Brothers – Equipment Co.” que se dedicaba a
trabajos de movimientos de tierras. Después de tanto discutir, al
final Ray logró convencer a Teddy:
- “…Y NO olvides de traerte
también las llaves inglesas.”
- “Si, jefe. ¿Algo más, jefe?”.-
Preguntó Teddy con cara de pocos amigos.
A los tres cuartos de hora apareció
Teddy “el mestizo” conduciendo una retro-excavadora “Torfesa”,
último modelo. En su parte delantera llevaba una pala cargadora y en
la trasera un brazo excavador.
Teddy tocó la bocina para que los
chicos se apartaran de la zona señalada y puso en marcha la máquina.
Ésta comenzó a excavar una zanja y en cuestión de menos de una
hora había terminado el trabajo deseado; el cual consistía en un
pozo cuadrado de tres metros de profundidad. La misma retro
excavadora se llevó la tierra sustraída para depositarla lejos del
lugar. A continuación los chicos trajeron unos sacos de cemento que
los albañiles habían dejado en el edificio cuando lo abandonaron
años atrás. Con el cemento hicieron mezcla y recubrieron las
paredes y el fondo del pozo.
- “¡Estupendo, chicos! Ahora sólo
falta conducir el agua hasta aquí”.- Dijo Ray maravillado.
- “¿Y cómo lo vamos a hacer?”.-
Preguntó uno de los chicos de la banda.
- “Pues, tenemos que aflojar con las
llaves inglesas el sistema principal de canalización del viejo
depósito y desviarlo hasta aquí. Para eso tenemos que quitar
primero los empalmes de las tuberías conectadas al tubo principal.”
- “¿Y qué ocurrirá con los
agricultores que riegan sus tierras?”.- Preguntó otro de los
chicos.
- “Tardarán tiempo en darse cuenta
de que tienen avería. Lo considerarán como un corte de suministro
de agua. Suele ocurrir cuando los biólogos hacen pruebas de agua.”
- “¡Oh, eres un genio, Ray! ¡Esta
idea es magnífica!”.- Exclamaban algunos de los chicos llenos de
admiración.
Los chicos trabajaron duro durante
aquel día y hasta NO entrada bien la tarde NO terminaron
completamente lo que tenían que hacer. Primero cerraron la llave de
paso o, lo que es lo mismo, la válvula principal del depósito. Esta
válvula era la que permitía la salida de agua a través de la
tubería principal. El viejo depósito fue construido a finales del
Siglo XIX por lo que su mecanismo era bastante sencillo. Tan es así
que los chicos tardaron poco tiempo en desconectar los tubos que
estaban unidos a la tubería principal mediante una serie de válvulas
dispensadoras de segundo órden. Una vez que desconectaron aquellos
tubos que, dicho sea de paso, eran los que conducían el agua a los
campos de los agricultores, unieron un tubo de material plástico de
aproximadamente 50 cm de diámetro al tubo principal. Aquel tubo de
material plástico medía unos 60 metros de largo, por lo que llegaba
con facilidad al pozo cuadrado que los chicos habían construido en
el sendero de piedras. El pozo estaba situado justo en el punto medio
del sendero entre el edificio y las primeras sepulturas del
cementerio.
He de mencionar que aquel día había
amanecido con normalidad: cielo despejado, un poco de sol, nada de
viento,… En definitiva, parecía que iba ser un día esplendoroso.
NO obstante, a medida que avanzaba la mañana, el día fue empeorando
y tiñéndose de gris. Era un día de esos en los que parecía que
iba a llover. Pero por alguna razón, las nubes NO dejaban caer ni
gota de agua. El viento agitaba las ramas de los árboles haciendo
que sus hojas, ya secas por el clima de otoño, cayesen al suelo sin
remedio. El viento, ese maldito viento, ese viento del diablo era tal
vez lo que estaba poniendo nervioso a Ray. Ray NO paraba de mirar la
hora en aquel viejo reloj plateado que sacaba una y otra vez del
bolsillo interior de su chaqueta. Él lo controlaba todo, todo menos
el tiempo y las desavenencias del tiempo. Él había salido airoso de
mil atracos, había vencido en mil batallas callejeras, había
escapado mil veces de la policía, pero NO podía ganarle la partida
al tiempo. Si lo hubiera hecho, NO habría pasado ni un minuto de su
vida en el reformatorio estatal.
- “¡Ok, muchachos! ¡Abrid la llave
de paso! ¡Tenemos que llenar la piscina!”.- Ordenó Ray a las tres
de la tarde.
- “¡Eh, Ray! ¿Saldrá bien esta
historia?”.- Preguntó Teddy un poco preocupado.
- “Yo espero que así sea, Teddy.
Nosotros nunca fracasamos. ¿Quedan bidones de aceite en el
edificio?”
- “Creo que sí”
- “Manda a los muchachos que vayan
por ellos”
Cuando el pozo estuvo lleno de agua
proveniente del viejo depósito, los chicos untaron aceite a los
bordes. Más que aceite era grasa para máquinas de la construcción.
Los albañiles solían utilizarla para aplicarla a engranajes, ejes,
roscados, etc. Una vez que los bordes del pozo estuvieron plenos de
grasa, los chicos colocaron encima del pozo una especie de soporte
hecho con listones de madera muy finos que se cruzaban entre sí.
Sobre los listones descansaban piedras adoquinadas; con lo cual,
disimulaba el hecho de que allí pudiese haber un pozo.
- “Es la mejor trampa que he visto
en mi vida”.- Afirmó uno de lo chicos.
- “Ahora lo que hace falta es que
ese tipo raro caiga en ella cuando pase por aquí”.- Dijo Ray
mirando de nuevo el reloj.
- “Veréis la panzá de reír que
nos vamos a meter cuando ese tontito caiga”
- “¡Ja, ja, ja, ja!”.- Los chicos
empezaron a reír imaginándose con antelación los hechos.
En toda banda de delincuentes juveniles
existe la obediencia ciega al líder. En este caso, los chicos
cumplían a rajatabla todo cuanto ordenase Ray. Éste pretendía
cazar al chico nuevo que había llegado al Instituto y para ello NO
le importaba todo el gasto de energía, agua, cemento, grasa, etc,
que hubiese sobre la Tierra. Tampoco le importaba lo más mínimo
todo el esfuerzo de los chicos en la construcción de aquel pozo. En
su mente tan sólo primaba la idea, tal vez absurda, de atrapar a
aquel chico extraño. El porqué es algo que todavía a día de hoy
NO se logra explicar. Hay gente que cuando se le mete algo por la
cabeza va a por todas y NO hay quien le pueda hacer cambiar de
opinión. Hasta que NO consiga lo que quiere, NO para. Pues eso mismo
le ocurría a Ray. Era una persona muy caprichosa. Había veces que
se empeñaba en robar tiendas difíciles, de alta seguridad, con
sistema de alarma y hasta con cámaras de vigilancia provistas de
iluminadores infrarrojos. Aún así salía siempre triunfante de los
robos […]
Ya cuando el día estaba oscureciendo,
los chicos de “La Hermandad” se ocultaron entre los matorrales y
la maleza de ambos lados del pequeño sendero de piedras. Teddy “el
mestizo” estaba junto a Ray Bentley quien le preguntó en una
ocasión:
- “¡Oye, Teddy! ¿Falta mucho para
que ese tipo pase por aquí?”
- “Ya está casi a punto. Hará más
o menos media hora que saldría del Instituto. Lo que pasa es que
como camina tan lento…”
- “Comprendo. Ya casi NO se ve”
Era cierto, entre que el día se había
puesto feo y que en aquella época solía anochecer pronto, cada vez
la iluminación era menor. Eso les beneficiaba a los chicos, ya que
para nada se notaría dónde estaba la trampa que habían preparado.
El viento silbaba con fuerza. Su
silbido parecía la melodía del infierno. De vez en cuando se veía
algún que otro matojo seco volando por el descampado. Todo ese
panorama tenía ensimismado pero a la vez nervioso a Ray.
… Hasta que por fin apareció
caminando (más que caminar parecía acariciar el camino de piedras)
aquel o aquello quien fuera que fuese. Digo “aquel” o “aquello”
porque parecía NO alterarse con el zumbido del viento. Parecía algo
NO humano. A cualquier persona de este mundo le molestaría el
viento, cerraría o encogería al menos los ojos. ¿Qué era
realmente aquello?
Su caminar, extraña forma. Apenas se
notaban los movimientos, el estiramiento de los músculos en cada
paso, el “balanceo”, de los brazos y caderas… parecía un alma
en pena vagando solitariamente por la tierra, sin un destino fijo a
donde ir...
- “Mira, Ray. Ya está a punto de
caer en la trampa”.- Le susurró Teddy al oído.
Justo en ese momento pasó lo
extraordinario del caso, lo increíble. Aquel tipo extraño, se
detuvo en el mismísimo borde de la trampa, sin mirar al suelo. En
ningún instante miró al suelo. Quedó parado durante un minuto
aproximadamente; inmóvil, parecía una estatua. Y, después de ese
intervalo de tiempo, sin bajar la mirada, dió un rodeo a la trampa y
NO cayendo en ella prosiguió su camino.
- “¡IMPOSIBLE!”.- Gritó Ray
rabioso y consternado al mismo tiempo, a la vez que salía de su
escondrijo. Teddy intentó frenarlo:
- “¡NO, Ray, NO salgas, quédate
aquí!”
Pero ya era demasiado tarde.
Ray salió corriendo tras aquel tipo
extraño y cuando estaba cerca, casi a punto de alcanzarlo, le gritó:
- “¡Eh, tú, párate ahí!”
El tipo se detuvo. Estaba de espaldas
pero lentamente se dio la vuelta. cuando Ray le vió el rostro quedó
horrorizado. Sus ojos apenas tenían brillo.
- “¿Cómo pretendes matar a quien
ya está muerto?”.- Dijo el chico extraño con una voz débil y
casi apagada que a cualquiera que la oyese le daría miedo. Por
primera vez en su vida Ray sintió miedo, verdadero miedo. En ese
momento en el que el pánico, el terror, puede más que uno, Ray echó
a correr hacia atrás con tal mala suerte que cayó en su propia
trampa.
Los chicos, incluyendo a Teddy, se
habían quitado de en medio al contemplar tal espanto.
Ray había estado cavando su propia
tumba.
Horas más tarde la policía sacaba el
cadáver de Ray del pozo construido en aquel tramo del pequeño
sendero de piedras. Su reloj, aquel viejo reloj plateado, que años
atrás había pertenecido a Abban O’Hare el “Irlandés”,
marcaba las once y cuarto de la noche.
Era las once y cuarto de la noche del
19 de Noviembre de 1981. ¿Coincidencia o casualidad? En vosotr@s
dejo la respuesta.
FIN
Relato escrito por Marin El Punki –
Perro Loko.