viernes, 3 de mayo de 2013

Satanta

 Territorio original de la tribu Kiowa.

Al sur de los Cheyenne, la Nazión Kiowa vivía en tierras ke hoy abarkan parte de Texas, Oklahoma y Kansas.

Kuando en 1820 nazió Satanta o Set'tainte, White Bear (Oso Blanco) los únicos asentamientos de colonos blancos en esa región eran unos pocos puestos del ejército y de traficantes de pieles, muy separados entre sí. El deshabitado territorio de hierba parecía ser infinito y el mundo de los Kiowas era todavía libre y salvaje.

Probablemente, Satanta nació en algún lugar del Canadian River (el río Canadiano o río Colorado como se le conoce en Nuevo México, el mayor de los afluentes del río Arkansas), en las tierras del tradicional campamento de invierno de su pueblo. Era hijo del Jefe Red Tipi (Tipi Rojo) y de una cautiva española.

Como todos los jóvenes Kiowas, Satanta creció sobre el lomo de un caballo. Ya con cinco años tenía su propio póney y antes de cumplir los diez galopaba por la pradera, sujetándose al caballo solamente con las rodillas, para tener las manos libres y poder disparar el arco. Como experto guerrero, fue capaz de lanzar veinticinco flechas seguidas tan rápidamente que un hombre con un mosquetón solamente podía disparar y cargar una sola vez en el mismo tiempo.

Cuando tenía catorce o quince años, cabalgó por vez primera con un grupo de guerreros Kiowas hasta Texas y México, donde atacaron asentamientos. Esos grupos cabalgaban con frecuencia durante meses. Cuando regresaban, traían consigo cientos de caballos y mulas robados y también con frecuencia a niños robados, a los que adoptaban y educaban como miembros de la tribu.

Satanta demostró tales capacidades como jefe guerrero, que un famoso y viejo guerrero, de nombre Caballo Negro, le regaló su escudo. Éste, por una parte, estaba adornado con cintas rojas; por la otra, con cintas amarillas y, sujeta a él, la enorme cabeza de una grulla. En el escudo, había un sol pintado en el centro de dos círculos.
Los escudos de los Kiowas estaban hechos de varias capas de duro cuero de búfalo, pero un guerrero confiaba más en la protección de la medicina de su escudo, en la especial fuerza mágica que permanecía oculta en sus adornos. Caballo Negro había probado muchas veces la fuerza mágica de su escudo y nunca le había sucedido nada. Poco después de haberle regalado su escudo a Satanta, murió en un enfrentamiento con enemigos. A partir de entonces, Satanta llevaba consigo el escudo en todas las batallas.

En el momento en que Satanta se hizo cargo de la dirección de su tribu, la hegemonía de los Kiowas estaba seriamente en peligro en la pradera meridional. Habían luchado desde hacía decenios contra los colonos españoles a la orilla de Río Grande y, más tarde, contra los tejanos, que se habían apropiado de una parte de sus reservas de caza.

Hacia 1840, miles de emigrantes en California exigieron el derecho de pasar por el territorio de los Kiowas cuando seguían el Santa Fe Trail hacia el Oeste. Esa invasión alcanzó su punto culminante en 1859, cuando más de noventa mil inmigrantes utilizaron la ruta con sus rechinantes carromatos, seguidos por sus rebaños de berreantes reses.
Al principio, los Kiowas y los Comanches habían estado dispuestos a dejar pasar a los blancos por su territorio. Sin embargo, cuando algunos de los colonos se apoderaron, sin más, de terreno y se quedaron allí para trabajar los campos y criar ganado, y una interminable fila de carretas dejaba tras sí un paisaje desértico, entonces los guerreros Kiowas y Comanches comenzaron a enfrentarse tanto a los viajeros como a los colonos. Tendieron emboscadas a las caravanas y asaltaron granjas solitarias y estafetas de correos.

Hasta 1860, hubo guerra generalizada en los territorios de los Kiowas y Comanches, desde Arkansas hasta Río Grande.

Los Kiowas tenían muchos jefes, fuertes y caprichosos, que no se podían poner de acuerdo sobre cómo debían actuar con los blancos.
Cuando los jefes se reunieron alrededor del fuego, la tribu se dividió en dos enfrentadas posiciones. Los jefes Pájaro Bailador y Oso Lento temían la superioridad del ejército de USA. Mantenían la opinión de que los Kiowas tenían que vivir en paz con los blancos si querían que la tribu sobreviviera. Los otros jefes, entre los que se encontraban Satanta, Lobo Solitario y Oso Sentado, querían, por el contrario, luchar por cada centímetro cuadrado de su territorio. Aunque Satanta estaba dispuesto a conversaciones de paz con los blancos, no se fiaba de ellos.

En abril de 1867, el general Winfield Scott Hancock invitó a los jefes Kiowas a una conversación en Fort Dodge, Kansas. Pájaro Bailador y Oso Lento representaban a los defensores de la paz de la tribu. Satanta habló en nombre de los otros; sin embargo, entonces todavía se mostró dispuesto a compromisos. Invocó al sol como testigo de que decía la verdad. Dejó vagar la mirada por el interminable mar de hierba de la pradera y dijo que era bella y grande. Él no quería verla manchada de sangre. El general Hancock se puso tan contento de este discurso que le regaló a Satanta el uniforme de gala, la banda y el sombrero de un general de los Estados Unidos. Pero los blancos pronto notarían que Satanta estaba lleno de sorpresas. Pocas semanas más tarde, visitó de nuevo al general Hancock. Vestido con su nuevo uniforme, dirigió un ataque contra Fort Dodge, robó caballos de la segunda compañía del Séptimo Regimiento de Caballería y agitó el sombrero como despedida cuando se alejó galopando delante de los perseguidores.

En Octubre de 1867, el Congreso envió emisarios de paz al Oeste, que debían solucionar los problemas con los indios de una vez por todas.

Los emisarios querían tratar sobre nuevos acuerdos con las tribus de la pradera meridional. Su plan preveía adjudicar a cada tribu una reserva fija, muy alejada de los colonos blancos y de las rutas de viajeros. Los indios recibirían herramientas y reses y deberían convertirse en campesinos y ganaderos.

Las conversaciones se llevaron a cabo en un maravilloso bosquecillo de troncos de algodoneros, en el Medicine Lodge Creek. Con más de cinco mil participantes de las tribus de los Kiowas, de los Comanches, de los Cheyennes del Sur y de los Arapahoes del Sur, fue una de las mayores conversaciones de paz que jamás haya tenido lugar.
Los jefes más importantes estaban sentados, con toda su indumentaria, sobre troncos de árboles; frente a ellos, los negociadores con traje negro y los oficiales con su uniforme de gala. Desde lejos, los soldados y los guerreros observaban lo que sucedía; cerca, se encontraban los traductores.
En un profundo silencio, se fue pasando una pipa de la paz de latón y sólo cuando todos los participantes fumaron de ella, comenzaron las negociaciones.
Cuando le tocó el turno de palabra a Satanta, se levantó y le dio la mano a cada uno de los negociadores. Llevaba una medalla de plata colgada al cuello con el retrato del presidente James Buchanan (1857-1861). Declaró que él era el amigo del hombre blanco, pero después fue directamente al tema:

"Todo el territorio del sur del Arkansas River pertenece a los Kiowas y a los Comanches y yo no quiero regalar nada de él. Amo la tierra y los búfalos y quiero conservar todo ello, yo no quiero ninguna casa de medicina (iglesia) ni ninguna escuela en nuestro territorio. Quiero ver crecer a los niños como crecí yo. He oído que queréis llevarnos a una reserva en las montañas, yo no quiero quedarme quieto en un sitio. Quiero seguir vagando como hasta ahora por la pradera. Ya que así soy libre y feliz. Si tenemos que vivir en casas, entonces nos volveremos pálidos y moriremos. Este territorio perteneció, desde hace mucho tiempo, a nuestros padres; pero cuando cabalgo río arriba, veo los campamentos de los soldados en sus orillas. Talan nuestros árboles, matan nuestros búfalos. Cuando lo veo, siento como si se me rompiera el corazón".

Satanta había preparado cuidadosamente su discurso y habló largamente. Cuando terminó, los Kiowas expresaron ruidosamente su aprobación. Los negociadores callaron. Los reporteros de los periódicos, que habían venido de todas las partes del país para informar sobre las conversaciones de paz, estaban profundamente impresionados. A partir de entonces, llamaron a Satanta “el orador de la pradera”.

Cuando se reanudaron las conversaciones, los negociadores del gobierno recordaron a los indios la condición de invencible del Padre Blanco de Washington. En caso de que los jefes indios no estuvieran dispuestos a hacer concesiones, reanudarían la guerra y destruirían a muchas de sus tribus.
El general William Tecumseh Sherman indicó a los jefes indios que, independientemente de sus deseos, tenían que abandonar su forma de vida y tendrían que vivir ahora como el hombre blanco. No podían impedir la construcción de carreteras y vías de ferrocarril a través de su territorio y tenían que aprender a vivir como los colonos blancos, a cultivar la tierra y a criar ganado.
Vosotros no podréis impedirlo”, aclaró Sherman, “como tampoco podéis detener el transcurrir del sol y de la luna. Tenéis que aceptarlo y hacer de ello lo mejor posible”.

Después de varios días, el acuerdo de Medicine Lodge estaba dispuesto para la firma. Según él, los Kiowas y los Comanches tenían que entregar una gran parte de sus territorios y trasladarse a una reserva en territorio indio (en el actual estado de Oklahoma). Sin embargo, se les permitiría cazar en sus antiguos territorios del sur de Kansas y en el norte de Texas. Como contrapartida, recibirían unos pagos anuales en forma de alimentos, ropa y otros productos.

Algunos jefes indios se negaron a poner su signo bajo el acuerdo. Pero la mayoría lo firmó -también Satanta-. Probablemente, se dieron cuenta de que tenían poco que perder. A pesar de que tendrían que vivir en la reserva, podrían abandonarla cuando quisieran para seguir a los búfalos. Seguro que no querían convertirse en campesinos. Algunos jefes indios, que habían rechazado duramente algunos apartados del convenio, eran de la opinión de que ésos no eran válidos para ellos.

Después de la firma, se repartieron regalos como era costumbre en esas conversaciones de paz. Entre los regalos, se encontraban también algunas pistolas plateadas y relucientes y los jóvenes guerreros quisieron probarlas inmediatamente. Sin embargo, se mostró que las pistolas eran defectuosas, pues todas ellas, sin excepción, explotaron cuando fueron disparadas.

Al invierno siguiente, los Kiowas y los Comanches, que habían firmado el convenio, ocuparon la reserva conjunta en territorio indio.
Los cazadores Kiowas seguían cabalgando a la búsqueda de búfalos en el oeste, en Texas, para poder alimentar a sus familias, pero, con frecuencia, regresaban con las manos vacías. Los búfalos escaseaban cada vez más. Los cazadores blancos, con fusiles de cañón largo, habían matado manadas enteras para aprovechar su carne o su piel o simplemente por el placer de matar.
Los envíos prometidos por el gobierno eran decepcionantes. Los Kiowas estaban acostumbrados a grandes cantidades de carne fresca y rechazaron las escasas raciones de carne de cerdo salada y harina de maíz. La harina de maíz se la daban a los caballos. La ira y la decepción se extendieron por la reserva y muchos se sintieron engañados por el acuerdo de Medicine Lodge. Por eso, cientos de hombres jóvenes se fueron en secreto para unirse a sus compañeros de tribu que en su día rechazaron la firma y continuaban viviendo libres en la pradera.

No pasó mucho tiempo y la zona fronteriza volvió a estar en constante agitación. Grupos de Kiowas y de Comanches cabalgaban hacia Texas y asaltaban a los colonos para conseguir alimentos, caballos y armas de fuego.
En el norte, los guerreros Cheyennes y Kiowas abandonaron la reserva para luchar contra los colonos en Kansas y Colorado.

El comandante militar de la región, General Sherman, derogó una parte del acuerdo. A partir de ese momento, a los indios no se les permitía cazar fuera de los límites de la reserva. No podían seguir persiguiendo a las manadas de búbalos, aunque necesitaran carne urgentemente.
"Hemos procurado grandes reservas para todos, al otro lado de la gran carretera (la Santa Fe Trail)", indicó Sherman. "Todos los que ahora sigan cazando en las antiguas zonas de caza son nuestros enemigos y lo seguirán siendo hasta que los matemos".

Se advirtió a los Kiowas que abandonaran la senda de la guerra. Se les apremió para que siguieran el ejemplo de los Caddos y Wichitas, que se habían asentado hacía tiempo como campesinos. A Satanta le habría gustado echarse a reír: “Los Wichitas cultivan maíz”, dijo, “porque son demasiado gordos y vagos para la caza de búfalos. Excavan la tierra como mujeres”. El trabajo del campo estaba considerado entre los Kiowas como trabajo de mujeres, no para cazadores y guerreros. Además, una gran parte de la tierra que les habían entregado era estepa desierta, inapropiada para la agricultura.

Alrededor del fuego del campamento de los Kiowas, los jóvenes hablaban solamente de los blancos, que parecían invadirlos desde todas las direcciones. Cada vez que cabalgaban por la pradera, se encontraban con más granjas, alambradas y cazadores blancos de búfalos. Habían oído que los raíles para un nuevo caballo de hierro iban a pasar directamente a través de su territorio. Si el ferrocarril llegaba hasta allí, los búfalos desaparecerían totalmente.

Los jefes indios de los Kiowas seguían consultándose; unos estaban a favor, otros en contra de la paz. Pájaro Bailador pidió nuevamente a todos que tuvieran paciencia y colaboraran con los blancos. Sin embargo, Satanta se opuso. Junto con otros insurrectos jefes indios, llevó a cabo reiterados robos en Texas.

En mayo de 1871, un grupo de Kiowas y Comanches atacaron una caravana, que debía aprovisionar con víveres el Fort Richardson en Texas. Los indios cercaron los carros, mataron a siete conductores, saquearon los carros y huyeron a galope.
Unos días más tarde, algunos jefes Kiowas volvieron a Fort Sill, su agencia de la reserva, para recoger su ración semanal de alimentos. Lawrie Tatum, el agente responsable, llamó a los jefes indios a su despacho y les preguntó si sabían algo del ataque en las proximidades del Fort Richardson. Inmediatamente Satanta tomó la palabra:
"Sí, yo dirigí el ataque... He pedido varias veces armas y municiones (para cazar), que vosotros jamás nos habéis dado. También he hecho otras peticiones que jamás han sido satisfechas. Vosotros no escucháis mis palabras. Los blancos quieren construir una línea de ferrocarril a través de mi territorio, pero eso no lo aceptaremos. Hace unos años, nos arrastrasteis por los pelos hasta aquí, en la frontera tejana, donde ahora tenemos que enfrentarnos a ustedes". Furioso, Satanta expresó sus muchas quejas. "Como la situación se ha vuelto insoportable", continuó, “cabalgué hace un tiempo con unos cien hombres de los míos a Texas. También estaban presentes los jefes Satank, Corazón de Águila, Gran Arco, Gran Árbol y Oso Veloz...” El jefe indio Satank interrumpió el discurso de Satanta y le advirtió de las consecuencias. Pero Satanta siguió hablando: Nos encontramos con una caravana de mulas, que capturamos, y matamos a siete hombres, pero estamos dispuestos a no darle importancia a este asunto. Ya ha pasado y no necesitamos seguir hablando de ello... En caso de que cualquier otro indio reclame el honor de haber dirigido a ese grupo, miente, yo fui el jefe”.

Cuando los jefes indios abandonaron su despacho, Lawrie Tatum informó de la confesión al oficial del mando del Fort Sill, que, a su vez, se lo comunicó al general Sherman.

Satanta, Satank y Gran Árbol fueron detenidos y llevados al edificio de guardia. Sherman ordenó que los llevaran a Texas, donde deberían ser acusados de asesinato.
Esposados y con cadenas en los pies, Satanta y Gran Árbol fueron cargados en un carro entoldado, Satank iba en otro. Cuando las carretas dejaron tras sí las puertas de Fort Sill, Satank les gritó a sus compañeros presos: “Soy un jefe indio y un guerrero y demasiado viejo para dejarme tratar como a un niño”. Señaló hacia la carretera y gritó : “¡Jamás seguiré hasta más allá de aquel árbol!”. Los soldados, que debían custodiar a los detenidos, no le dieron ninguna importancia, no lo tuvieron en cuenta, ya que ninguno de ellos hablaba el lenguaje de los Kiowas.

Satank era el jefe de los Kaitsenko --la unión de los diez más valientes--, una vieja unión de guerreros Kiowas. Satank se arrodilló en su carreta y entonó la oración de muerte de los Kaitsenko. Cuando terminó, se pasó la manta por encima de la cabeza como si estuviera afligido. Sin que sus guardianes se dieran cuenta, mordió la carne de sus manos hasta que pudo quitarse las esposas. Después esgrimió un cuchillo que llevaba escondido, se levantó de un salto y atacó a los dos soldados, que iban dentro de la carreta. Acuchilló a uno de ellos y echó mano de su fusil, pero antes de que pudiera apretar el gatillo fue alcanzado por los disparos del otro soldado. Su cadáver fue arrojado a la carretera y allí lo dejaron tendido, mientras las dos carretas continuaban su marcha.

Satanta y Gran Árbol fueron conducidos a la ciudad fronteriza de Jacksboro, en Texas, donde fueron acusados de asesinato.
En su discurso a los miembros del jurado, compuesto por rancheros y cowboys, el fiscal llamó a Satanta: "rufián, estafador y asesino... agitador y bandido que no cumple sus propios acuerdos".
Los jefes indios fueron condenados a muerte en la horca. El proceso provocó una gran protesta en todo el país. Humanistas del Este protestaron contra la condena porque era demasiado dura y porque solamente traería como consecuencia ataques de venganza de los Kiowas.
El agente de la reserva Lawrie Tatum propuso anular la condena a muerte y condenar a los jefes indios a prisión, propuesta que apoyó el gobernador de Texas.

Satanta y Gran Árbol fueron trasladados a la prisión estatal de Huntsville para realizar trabajos forzados a perpetuidad. Cuando el general Sherman se enteró, se puso furioso: "Satanta tenía que haber sido ahorcado, eso habría puesto fin a todos los problemas. Conozco suficientemente bien a esos Kiowas para saber que van a limosnear constantemente por su puesta en libertad. Pero él jamás podrá ser liberado. Confío en que el Ministerio de la Guerra no apruebe la vuelta a su tribu".

Los peores temores de Sherman se convirtieron pronto en realidad.
En el Este, aparecieron defensores de los indios y exigieron la libertad de Satanta y Gran Árbol y la justificaban con que su prisión solamente empeoraría las relaciones con las tribus de la pradera.
En Washington, el Gabinete de Asuntos Indios presionó pidiendo clemencia, ya que los jefes indios habían actuado según el derecho de guerra y no habían cometido ningún asesinato. Entre tanto, los Kiowas tiraban de los hilos entre bastidores.

Jefe Satanta. Fotografía tomada por William S. Soule, alrededor de 1872.
 
En 1873, una comisión de jefes indios Kiowas viajó a Washington para una reunión con el Comisariado para Asuntos Indios. Le recordaron que Satanta y Gran Árbol eran jefes de guerra de los Kiowas. Mientras ellos permanecieran en la cárcel, muchos jóvenes guerreros continuarían la lucha contra los texanos.
Otro llamamiento vino de Tipi Rojo, el anciano padre de Satanta: "Yo soy un pobre viejo", dijo a los funcionarios blancos, "Tengan compasión de mí y dejen que vuelva a ver a mi hijo. Los indios aman a sus hijos lo mismo que los blancos. Tengan compasión de mí y alegren mi corazón con la inmediata puesta en libertad de mi hijo. Nunca jamás volveremos a realizar asaltos en Texas".

Finalmente, el gobernador Edmund Davis autorizó que los dos jefes indios fueron liberados en octubre de 1873, después de dos años de prisión. Pero les advirtió que su libertad era solamente condicional. Si ponían un solo pie fuera de la reserva, irían a parar de nuevo a la cárcel. Satanta había prometido vivir pacíficamente a partir de entonces. Se fue a vivir de nuevo al tipi pintado de rojo, en la que, en lo alto del agujero para la salida del humo, ondeaban las cintas rojas. Entregó su lanza roja a su amigo Grulla Blanca y su famoso escudo de búfalo a su hijo. Sin escudo ni lanza, ya no podía conducir a ningún guerrero a la guerra, ya que eran su medicina, que le habían protegido siempre. Declaró que no quería seguir siendo jefe de guerra. El famoso orador de la pradera parecía totalmente cambiado. "Mi pueblo debe hacer aquello que el hombre blanco considere lo mejor", anunció. Pero ya era demasiado tarde. Tanto los indios como los blancos fueron arrastrados por un torbellino de acontecimientos, que ya no permitía ninguna paz.

Los indios siempre habían dependido de las manadas de búfalos, de ellos se habían alimentado y por ellos habían sido reconocidos como valientes cazadores. Sin embargo, mientras tanto, millones de búfalos habían sido sacrificados. Una nueva clase de cazadores blancos había aparecido en la pradera. Esos hombres solamente arrancaban las pieles a los animales cazados y dejaban que los cadáveres se pudrieran al sol. Equipados con rifles de precisión, los cazadores de búfalos liquidaban, de la mañana a la noche, todo aquello que se ponía delante del punto de mira.
Cuando, en 1873, Satanta y Gran Árbol fueron puestos en libertad, las manadas de búfalos estaban tan fuertemente diseminadas que los cazadores indios no podían abastecer a sus familias con alimento.

En los inviernos siguientes, muchos indios se vieron obligados a comerse sus caballos. Los indios perseguían con un odio irreconciliable a los cazadores de búfalos, que avanzaban por todas partes en la pradera.

En 1874, grupos de guerreros Kiowas, Comanches, Cheyennes y Arapahoes atacaron los campamentos de caza de los blancos en el norte de Texas. Pronto su ira no se detuvo ante otros blancos y los mataban allí donde los encontraran: En asentamientos, puestos comerciales y caravanas en Kansas, Colorado, Nuevo México y Texas.
Algunos periódicos texanos afirmaron que los recién liberados jefes indios Satanta y Gran Árbol habían dirigido algunos de aquellos ataques.

El general Sherman ordenó a todos los indios que se dirigieran hacia sus reservas y, una vez allí, se dejaran registrar nominalmente. Los oficiales del ejército llevarían a cabo controles semanales. El que faltara al pasar lista, sería declarado enemigo y eliminado.
Más de tres mil soldados de caballería cabalgaron por la pradera, en un amplio cinturón, en busca de bandas enemigas.
Muchos Kiowas, en primer lugar Pájaro Bailador, se negaron a participar en esa última batalla. Demostraron su deseo de paz presentándose cada semana en Fort Sill cuando se pasaba lista. Otros grupos de Kiowas con jefes belicosos, como Lobo Solitario, se dispersaron y huyeron del ejército. Sin embargo, soldados con fusiles de repetición, ametralladoras Gatling y obuses los persiguieron incansablemente, de forma que no tenían ninguna posibilidad de cazar alimento o de descansar.

A finales del verano de 1874, las bandas enemigas salieron de sus escondrijos y se entregaron en Fort Sill.
Satanta había afirmado siempre que él no había participado en las luchas de aquel verano. Admitió que él y Gran Árbol habían abandonado la reserva, pero solamente para cazar búfalos. Cuando estallaron los enfrentamientos, los jefes indios no querían regresar a Fort Sill, porque todavía estaban en libertad condicional y se ocultaron en las Red Hills, hasta que cesaron las batallas.

En Octubre, Satanta y Gran Árbol se entregaron voluntariamente a las autoridades militares. Aseguraron que se habían mantenido alejados de todas las batallas. Sin embargo, habían abandonado sin permiso la reserva y, con ello, habían infringido las condiciones de libertad condicional. Fueron detenidos, encadenados y llevados como prisioneros a Fort Sill. Algunos funcionarios defendieron su comportamiento, así el encargado para Asuntos Indios Smith, que opinó que la culpa de Satanta y Gran Árbol solamente estaba en haberse dejado llevar momentáneamente por el pánico. El encargado supremo de las tribus de la pradera, Enoch Hoag, informó que los dos jefes indios se habían mantenido pacíficos: "No tenemos ninguna prueba de que se hayan comportado enemistosamente", dijo. "Se entregaron pacíficamente a los militares hace poco y ahora son vigilados en Fort Sill. En su caso, recomiendo benevolencia a las autoridades".

El general Sherman no era partidario de clemencia. Siempre había visto en Satanta una amenaza y exigió un nuevo encarcelamiento, consejo que fue seguido por el presidente Grant. Satanta fue llevado a Texas, con la sentencia de cadena perpetua, donde debía pasar el resto de su vida. A Gran Árbol se le trató más benévolamente. Fue retenido algunos meses en Fort Sill y después liberado. Entre tanto, habían sido citados veinticinco Kiowas y Comanches como jefes de las bandas enemigas y encerrados en una prisión militar en Florida.

Habían pasado siete años desde que los Kiowas habían firmado el acuerdo de Medicine Lodge. Desde entonces, habían perdido casi la totalidad de sus territorios de caza. Casi todos los jefes se encontraban en prisión. Y los búfalos, por cuya salvación habían luchado, habían desaparecido de la pradera.

Satanta llevaba en prisión más de diez años y, durante todo ese tiempo, había insistido en que era inocente.

En abril de 1878, el director de la cárcel escribió en un informe : "La salud de Satanta ha empeorado mucho, está muy débil. Si tiene que seguir aquí, no vivirá mucho tiempo. Apoyo firmemente cualquier esfuerzo para su libertad".
Un mes más tarde, Satanta preguntó a los funcionarios de su cárcel si iba a ser puesto en libertad. La respuesta fue no. Al día siguiente, Satanta fue ingresado en el hospital de la cárcel.
El 11 de septiembre de 1878, se lanzó de cabeza desde el balcón de un segundo piso y murió unas horas más tarde. Tenía cincuenta y cinco años.


En 1963, el nieto de Satanta, James Auchiah, recibió la autorización para trasladar los restos del jefe indio de Texas a Fort Sill en Oklahoma. Allí, Satanta fue enterrado de nuevo, en el corazón del antiguo territorio de la tribu, esta vez con todos los honores militares.


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