martes, 20 de agosto de 2013

Cuando yo nací...

Cuando yo nací lo primero que hice fue gritar, porque sabía lo que me iba a esperar en este maldito mundo. Era muy feo y el médico por poco me confunde con la placenta y me tira al cubo de la basura.
Era tan feo que mi padre era ganadero, y me quería cambiar por un borrego.

Nací un domingo cuando el Señor –que estaba creando el mundo– se tomó el día de descanso. Así nací yo: todo descuidado, despeinado, sucio,… ¡Vamos, horrible, hecho un asco!

… Como iba diciendo, nací en domingo festivo, yo hubiera preferido nacer un lunes, para dar el coñazo, pero bueno…

Fui el primero en nacer de todos mis hermanos. Mi hermano Antonio, que nació dos años después que yo, me había dicho: “No, tate, nace tú primero que yo naceré después”. Así que nací.

Cuando yo nací tenía mucha cabeza, era muy cabezón. Por eso nací disparado, como cuando se le quita los tapones de corcho a las botellas de champán. Mi madre, la pobre, dio un EXPLOTÍO tan grande que salí como un cohete y atravesé la pared del Hospital. Mi padre, que trabajaba en aquel entonces de peón de albañil en el PER, arreglando las aceras del pueblo, tuvo que volver al Hospital con un cubo de mezcla para tapar el agujero que yo había hecho.
Era tan cabezón cuando nací que mi padre decía que si yo fuese ratón tendría que dormir con la cabeza fuera de la cueva.

Recuerdo muy bien que cuando yo nací era 5 de octubre de 1975. Vine al mundo sobre las dos y media del mediodía; lo sé porque lo pude ver en mi reloj de pulsera “CASIO F-91W”. Como nací a esa hora, mi madre ya me tenía preparado el plato de papas con alcauciles encima de la mesa y me dijo: “¡Corre, que se te va a enfriar! ¡Ayyy! ¡No sé qué es lo que haces por ahí, que siempre te entretienes! [Claro, como había salido disparado, tuve que venir desde muy lejos] ¡Como nazcas otra vez tarde, te quedas sin comer!”

Cuando yo nací ya estaba a punto de morir Franco, el “Claudillo” (Claudillo viene de Claudio, por si alguien NO lo sabía…). Yo creo que enfermó nada más pensar que yo venía al mundo. Le entró miedo y claro…

Yo pesé KATORZE KILOS Y MEDIO! al nacer. Mi padre solía ir a una taskita donde se bebía mosto. Un día en la taskita unos hombres le preguntaron a mi padre:
- “Chorla ¿Cuántos kilos pesa ya tu hijo, el Punki ese?”.- Mi padre contestó:
- “Pues ahora pesa siete kilos y doscientos gramos”
- “¡Eso cómo va a ser, si han pasado ya dos semanas desde que nació! Ahora debería de pesar más ¿no?”.- Y mi padre contestó otra vez:
- “Es que lo hemos tenido que operar de fimosis.” (Marin El Punki - Perro Loko)

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