miércoles, 27 de julio de 2016

Historia de una palmera

...Pues cuando murió mi padre, me hice yo cargo del “ganao” --entonces, tenía yo 22 añitos-- y donde teníamos el “ganao”, había nacido una palmera.

La palmera era muy chica. Su altura me llegaría por la rodilla (más o menos) y claro que la podía haber arrancado... ¿NO iba a poder?. Pero NO sé si fue por una cosa o por otra que total, que la dejé crecer. Y ahora ya es una señora palmera”; claro está que ya es una señora palmera y bien grande, diría yo!!.

Bueno, ¿pues NO veis la palmera?, pues la palmera ha sido testigo de todo lo que ha venido pasando allí durante todos estos años. Durante estos DIECISIETE años, ella es la que SIEMPRE me ha visto llegar para echarle de comer a los animales y la que me ha visto salir para irme.

Y a esta palmera --que está en el pago “Los Llanos”-- NO le ha entrado, ni le entra, el picudo rojo ese, como dicen que le ha entrado a las palmeras de Trebujena. Ahí está ella más viva que una bicha jarta castaña.
Lo que sí le ha pasado a la palmera es que hace un par de años, le metí fuego y anda que NO pasé yo miedo ni ná!!. Yo NO sé ni para qué le metí fuego a la palmera... Porque lo que pasa es que antes la podábamos el Juanillo la Ana (que en paz descanse el pobre) o yo. Nos subíamos en una escalera de hierro que tengo yo en 'Los Llanos' y le cortábamos las hojas secas con un tijeretón de podar o con un serrucho. Pero ya la palmera se puso demasiado alta y ya NO había Dios que se pudiera subir por la escalera para limpiarla y cortarle las ramas secas. Ya uno NO alcanzaba ¿comprende?...

Hace DOS inviernos, me dio por plantar lechugas y unas pocas de cosas más en un cachito de tierra que tengo allí, en 'Los Llanos'. Las lechugas las planté porque como había una invasión de conejos por todos los lados, allí cuando menos NO las atacarían. Pero ¡me cagun dié!, se las comía los gorriones. Mira, de todas las lechugas que planté, NO me dejaron ni una viva. Hasta que un día me dio por mirar desde abajo de la palmera para arriba y vi entre sus ramas y hojas secas: montones de pasto y una barbaridad de nidos de gorriones. ¡Qué se yo lo que había allí formado!. Yo lo único que sé es que los gorriones NO paraban de piar y parecían que estaban contentos de celebrar el banquete. Como se habían hartado de comer lechugas...

Entonces, me fui ligero para mi coche en busca de un mechero y cuando volví, me puse debajo de la palmera y dije: “¡¡Ahora se van a enterar los malditos gorriones!!”. Levanté el brazo y encendí el mechero sobre una de las hojas secas de la palmera. Mira, aquello se encendió más rápido que una vela. Una bocanada de aire caliente sobre mi cabeza que parecía que me había escupido fuego un dragón. Y la palmera... La palmera parecía la antorcha olímpica ardiendo pero a tamaño “exagerao”. Yo en mi vida he visto arder una cosa igual como ardía aquella palmera. Ni bruja Piti, ni ná!!.

De pronto se levantó una mijita de aire y mira... La palmera empezó a soltar un montón de cascotes quemados que NO veas... Algunos de estos cascotes cayeron sobre mí, y eso que yo estaba retirado...
Los cascotes y las chispas de fuego me pusieron el abrigo y el sombrero llenitos de agujeros por todos los lados y yo me decía: “¡Verá mi madre cuando me vea...!.”

Pero ahí NO queda todo... El viento empezó a soplar cada vez con más fuerza y los cascotes de fuego iban enflechados directamente para la malla verde del campo de mi prima. Se trata de una malla de red verde que por ahí le llaman “ciclónica” y que sólo sirve para ocultar. La malla verde del campo de mi prima también se llenó de boquetes por todas partes, a causa de los forrajes quemados que volaban desde la palmera.

Todo esto que os estoy contando del fuego de la palmera ocurrió en cuestión de segundos. NO os vayáis a creer que tardó más. Todo ocurrió muy ligero. Yo, todo asustado, lo que hice es que me metí dentro de la nave, abrí el grifo y saqué la goma del agua para rociar la palmera y apagar el fuego como sea. Ni con agua parecía que lograse aplacar la candela. Sin embargo, a poquita a poco se fue apagando hasta que el fuego desapareció por completo. Sólo en ese momento fue cuando yo me pude tranquilizar y calmar un poco. La verdad es que fue una de las veces que más miedo he pasado en mi vida y os puedo asegurar que ya NO se me vuelve ocurrir meterle fuego otra vez a una palmera.

Ahora bien, la palmera quedó bien limpita y ahora está muy grande y muy bonita. Pero, imagínense ustedes que en aquel preciso momento en que estaba ardiendo, llegase a pasar la Guardia Civil por la carretera de Jerez. Bueno, yo lo que hubiese hecho es salir al camino y antes de que me preguntase, les hubiese dicho: “¿La palmera?. La palmera NO es mía. Yo lo que pasa es que estaba andando por aquí, pero la palmera NO es mía.”

Evidentemente, la malla plástica de mi prima se la pagué. Le conté lo sucedido y ella me dijo que NO hacía falta que yo le pagase nada, porque era muy poco el daño que había hecho. A pesar de todo, yo compré tres o cuatro metros de malla nueva y se la coloqué.

A decir verdad, poco ocurrió para lo que podía haber ocurrido. Imagínense que hubiese ardido un pajar de por allí cerca. Bueno, NO, mejor NO se imaginen nada. (Marin El Punki - Perro Loko).


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