...Pues cuando murió mi padre, me hice
yo cargo del “ganao” --entonces, tenía yo 22 añitos-- y donde
teníamos el “ganao”, había nacido una palmera.
La palmera era muy chica. Su altura me
llegaría por la rodilla (más o menos) y claro que la podía haber
arrancado... ¿NO iba a poder?. Pero NO sé si fue por una cosa o por
otra que total, que la dejé crecer. Y ahora ya es una señora
palmera”; claro está que ya es una señora palmera y bien grande,
diría yo!!.
Bueno, ¿pues NO veis la palmera?, pues
la palmera ha sido testigo de todo lo que ha venido pasando allí
durante todos estos años. Durante estos DIECISIETE años, ella es la
que SIEMPRE me ha visto llegar para echarle de comer a los animales y
la que me ha visto salir para irme.
Y a esta palmera --que está en el pago
“Los Llanos”-- NO le ha entrado, ni le entra, el picudo rojo ese,
como dicen que le ha entrado a las palmeras de Trebujena. Ahí está
ella más viva que una bicha jarta castaña.
Lo que sí le ha pasado a la palmera es
que hace un par de años, le metí fuego y anda que NO pasé yo miedo
ni ná!!. Yo NO sé ni para qué le metí fuego a la palmera...
Porque lo que pasa es que antes la podábamos el Juanillo la Ana (que
en paz descanse el pobre) o yo. Nos subíamos en una escalera de
hierro que tengo yo en 'Los Llanos' y le cortábamos las hojas secas
con un tijeretón de podar o con un serrucho. Pero ya la palmera se
puso demasiado alta y ya NO había Dios que se pudiera subir por la
escalera para limpiarla y cortarle las ramas secas. Ya uno NO
alcanzaba ¿comprende?...
Hace DOS inviernos, me dio por plantar
lechugas y unas pocas de cosas más en un cachito de tierra que tengo
allí, en 'Los Llanos'. Las lechugas las planté porque como había
una invasión de conejos por todos los lados, allí cuando menos NO
las atacarían. Pero ¡me cagun dié!, se las comía los gorriones.
Mira, de todas las lechugas que planté, NO me dejaron ni una viva.
Hasta que un día me dio por mirar desde abajo de la palmera para
arriba y vi entre sus ramas y hojas secas: montones de pasto y una
barbaridad de nidos de gorriones. ¡Qué se yo lo que había allí
formado!. Yo lo único que sé es que los gorriones NO paraban de
piar y parecían que estaban contentos de celebrar el banquete. Como
se habían hartado de comer lechugas...
Entonces, me fui ligero para mi coche
en busca de un mechero y cuando volví, me puse debajo de la palmera
y dije: “¡¡Ahora se van a enterar los malditos gorriones!!”.
Levanté el brazo y encendí el mechero sobre una de las hojas secas
de la palmera. Mira, aquello se encendió más rápido que una vela.
Una bocanada de aire caliente sobre mi cabeza que parecía que me
había escupido fuego un dragón. Y la palmera... La palmera parecía
la antorcha olímpica ardiendo pero a tamaño “exagerao”. Yo en
mi vida he visto arder una cosa igual como ardía aquella palmera. Ni
bruja Piti, ni ná!!.
De pronto se levantó una mijita de
aire y mira... La palmera empezó a soltar un montón de cascotes
quemados que NO veas... Algunos de estos cascotes cayeron sobre mí,
y eso que yo estaba retirado...
Los cascotes y las chispas de fuego me pusieron el abrigo y el sombrero llenitos de agujeros por todos los lados y yo me decía: “¡Verá mi madre cuando me vea...!.”
Los cascotes y las chispas de fuego me pusieron el abrigo y el sombrero llenitos de agujeros por todos los lados y yo me decía: “¡Verá mi madre cuando me vea...!.”
Pero ahí NO queda todo... El viento
empezó a soplar cada vez con más fuerza y los cascotes de fuego
iban enflechados directamente para la malla verde del campo de mi
prima. Se trata de una malla de red verde que por ahí le llaman
“ciclónica” y que sólo sirve para ocultar. La malla verde del
campo de mi prima también se llenó de boquetes por todas partes, a
causa de los forrajes quemados que volaban desde la palmera.
Todo esto que os estoy contando del
fuego de la palmera ocurrió en cuestión de segundos. NO os vayáis
a creer que tardó más. Todo ocurrió muy ligero. Yo, todo asustado,
lo que hice es que me metí dentro de la nave, abrí el grifo y saqué
la goma del agua para rociar la palmera y apagar el fuego como sea.
Ni con agua parecía que lograse aplacar la candela. Sin embargo, a
poquita a poco se fue apagando hasta que el fuego desapareció por
completo. Sólo en ese momento fue cuando yo me pude tranquilizar y
calmar un poco. La verdad es que fue una de las veces que más miedo
he pasado en mi vida y os puedo asegurar que ya NO se me vuelve
ocurrir meterle fuego otra vez a una palmera.
Ahora bien, la palmera quedó bien
limpita y ahora está muy grande y muy bonita. Pero, imagínense
ustedes que en aquel preciso momento en que estaba ardiendo, llegase
a pasar la Guardia Civil por la carretera de Jerez. Bueno, yo lo que
hubiese hecho es salir al camino y antes de que me preguntase, les
hubiese dicho: “¿La palmera?. La palmera NO es mía. Yo lo que
pasa es que estaba andando por aquí, pero la palmera NO es mía.”
Evidentemente, la malla plástica de mi
prima se la pagué. Le conté lo sucedido y ella me dijo que NO hacía
falta que yo le pagase nada, porque era muy poco el daño que había
hecho. A pesar de todo, yo compré tres o cuatro metros de malla
nueva y se la coloqué.
A decir verdad, poco ocurrió para lo
que podía haber ocurrido. Imagínense que hubiese ardido un pajar de
por allí cerca. Bueno, NO, mejor NO se imaginen nada. (Marin El
Punki - Perro Loko).
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