viernes, 3 de marzo de 2017

NO hace mucho escuché una noticia sobre un profesor que había sido inhabilitado por el Supremo por aprobar a una alumna que NO se había presentado al examen.

Esto que os voy a contar NO sé si tiene que ver o NO tiene que ver, pero allá va. Recuerdo que cuando yo estaba en el Instituto, tenía un profesor que nos daba Filosofía. En realidad, a mí me llegó a dar Geografía, Historia y Filosofía en tres cursos diferentes, porque como yo siempre repetía... Yo sería más torpe que un guardagujas, pero la verdad es que siempre me pareció demasiado exigente aquel profesor para lo poco que explicaba...

Sus exámenes solían consistir en tan sólo dos preguntas para desarrollar. Me acuerdo muy bien que cuando teníamos examen con aquel profesor, repartía alrededor de seis folios para cada alumno. Encima de su mesa, dejaba una torre de paquetes de CIEN folios para quien necesitase escribir más (NO sea cosa que con seis folios, NO fuese suficiente...).

El día del examen, después de repartir los seis folios para cada uno, el profesor dictaba las dos preguntas mientras paseaba entre el espacio que dejaba las hileras de pupitres. Pa' mí que el profesor se inventaba las dos preguntas en aquel mismo momento.

Una vez que copiábamos las preguntas en el primer folio, el profesor nos decía:
- “Tenéis seis folios para hacer el examen, pero si necesitáis más folios, en mi mesa hay más. Podéis coger los que queráis.”
Y yo pensaba para mis adentros: “Dios mío!, ¿más folios voy a necesitar yo?. Lo que veremos a ver si puedo escribir uno por una cara (aunque sea); porque tengo menos idea que una burra en pompa!.”

Como yo NO sabía responder ninguna de las dos preguntas del examen, me entretenía escribiendo mi nombre y mis apellidos muy bonitos. Pues me daba apuro y vergüenza entregar el examen en blanco y salir el primero de la clase. Al menos, que l@s demás piensen que yo estaba haciendo el examen ¿no?. Si después de escribir mi nombre y mis apellidos muy bonitos (con letras góticas del Medievo), todavía NO había salido nadie de la clase, ponía: “Curso: 2º de BUP – B”, también con letras muy bonitas.

¡¡MEDIA HORA me llevaba para escribir mi nombre, mis apellidos y el curso con letras “Super-Mega-Fashion”!!. ¡Que yo creo que tan sólo por eso, me tendrían que haber dado el Premio “Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes” !!!.

Evidentemente, había alumnos (los más empollones) que llegaban a escribir VEINTE FOLIOS por delante y por detrás; y muchos de ellos, ni aprobaban. Si acaso, rozaban la nota del 4 y medio. Eso la verdad es que después me consolaba, porque pensaba: “Yo habré suspendido, pero aquel se ha «estrozao» de escribir en el examen y también ha suspendido”.

A decir verdad, de todos los alumnos que habíamos en el Instituto, con aquel profesor llegaban a aprobar muy poquitos. Algunas veces, llegaban a aprobar tan sólo dos o tres compañeros de la clase. Entonces, el profesor nos preguntaba (como extrañándose encima):
- “¿Qué os ha pasado?.”
Y yo pensaba para mis adentros: “¿Qué nos ha pasado, capullo?. ¡Que has puesto unas preguntas que NO las entiende ni la madre que te parió!!.”

¡Ah!, Y ahora viene lo más gracioso. Ahora que me acuerdo...
Me acuerdo que una vez un chaval de la clase escribió un cuento en el examen y aprobó. NO recuerdo si era el cuento de “Aladino y la lámpara maravillosa”, “Alí Baba y los cuarenta ladrones” o el de “Blancanieves y los siete enanitos”, pero un cuento al fin y al cabo. Él chaval, que por cierto, NO era muy listo, juraba que había escrito un cuento y lo cierto es que aprobó. Ahora, eso sí, el chaval decía que se había hartado de escribir.

P.D.--> Aunque antes eran otros tiempos, si por mí fuera, yo también habría inhabilitado aquel profesor que tuve en el Instituto; por ser un “agonías” y por ponernos unos exámenes tan difíciles!!. (Marin El Punki - Perro Loko).

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