Había un hombre en Corinto que vivía
dentro de un barril. Vivía tan humildemente que comía lo que la
gente le regalaba. Un día Alejandro Magno --que ya era dueño de
Grecia-- decidió visitarlo. Alejandro quedó horrorizado por las
condiciones en las que vivía aquel pobre hombre: dormía en un
barril y se rodeaba las veinticuatro horas del día por una jauría
de perros. Cuando Alejandro Magno estuvo frente al barril le dijo al
anciano:
- “Pídeme cualquier cosa, que yo te la concedo.”
- “¿Cualquier cosa?”.- Respondió Diógenes (*), que así se llamaba.
- “Sí”.- Le replicó Alejandro.
- “Pues, apártate que me estás tapando el sol.”
- “Pídeme cualquier cosa, que yo te la concedo.”
- “¿Cualquier cosa?”.- Respondió Diógenes (*), que así se llamaba.
- “Sí”.- Le replicó Alejandro.
- “Pues, apártate que me estás tapando el sol.”
*Diógenes de Sinope, también llamado
Diógenes el Cínico.
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